¿Quiénes son los culpables?

¿Quiénes son los responsables
de la crisis mundial que
padecemos? ¿Qué cabezas
tendrían que rodar en una
supuesta revolución? Los
indignados andan desorientados
ante la invisibilidad del ???enemigo??? a
combatir.

Se escucha una y otra vez que
son los bancos, los especuladores,
los ricos. Incluso: los políticos. Pero
¿quién es capaz de ponerles cara,
de ponerles nombre?. Y es que
cuando se generaliza es fácil que
paguen justos por pecadores
porque ser rico no es malo en sí,
todo depende de dónde proceda la
riqueza y cómo se emplee. Lo
mismo se puede decir de los
políticos.

Además, ¿qué ricos? ¿Los
directivos de bancos y
multinacionales?. Casi todos ellos
trabajan como empleados a sueldo
de los accionistas, muchos de los
cuales son ciudadanos
cualesquiera, que les exigen
beneficios a toda costa. ¿Quiénes,
las megaestrellas de cine o del
deporte? ¿Son ellos los culpables?
¿Lo son los inversores avispados
que buscan la mejor forma de
hacer crecer su dinero? ¿O los
empresarios y emprendedoras con
talento?

Para mí hay una cosa clara: los
culpables somos todos. Los somos
por consentir que la civilización
occidental haya desembocado en
algo completamente carente de
sentido, donde se practica el
sálvese quien pueda o el ???yo
primero??? y se consiente que un
millón de personas pasen hambre
mientras la OMS alerta de los
fallecimientos que están causando
y acarrearán los malos hábitos,
entre ellos el comer en exceso.

Pero como la gente no suele
tener ganas de darle tantas vueltas
a las cosas para llegar a este tipo
de conclusiones y la autocrítica
brilla por su ausencia, los ricos
relacionados con las grandes
finanzas ya se están tentando la
ropa y adelantándose al peor de
los escenarios. Piden que les
suban los impuestos para intentar
contener la rabia popular, que va
???in crescendo???, en un intento
desesperado de lavar su imagen.

Sólo así se puede entender
que haya sido la mujer más rica de
Francia, la propietaria de L???Oreal,
Liliane Bettencourt, una de las
grandes fortunas que ha
enarbolado este estandarte,
mientras, a la vera de una de las
carreteras nacionales que bordea
Madrid, una vieja y sucia pancarta
censura la cascada de despidos
acometidos en los últimos años por
esta corporación, que obtiene
beneficios multimillonarios.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia