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Músicos de carrera

El Conservatorio de Grado Medio Bartolomé Ertzilla dio sus primeros pasos en el curso 2007-2008. El esfuerzo de convertirse en uno de los cuatro centros de Euskadi de titularidad municipal que imparte una línea de enseñanza oficial reglada -junto a los de Irun, Barakaldo y Leioa, y a los que se suman los tres que el Gobierno vasco dispone en las capitales vascas-, ha merecido la pena después de comprobar que han sido varios los jóvenes que han optado por encauzar sus pasos profesionales hacia la música desde entonces.

Los alumnos del centro durangués que han dado el salto a Conservatorios Superiores, tras superar las siempre exigentes pruebas de acceso, son Nerea Aizpurua (violoncello), Ekaitz Mardaras (oboe), Ane Ibarra (violín), Elena Arbonies (clarinete), Dani del Valle (guitarra eléctrica), Asier Elías (batería) y Karol Argiarro (txistu).

En la mayoría de los casos su objetivo es obtener el Grado Superior de Música, un título equivalente a una Licenciatura Universitaria pero con escaso reconocimiento social. De hecho, si hay algo que les molesta de verdad es el comentario “música sí, pero qué más vas a estudiar”. Una frase que se sigue repitiendo con demasiada frecuencia pese a las más de 3 horas de media diarias que cada uno dedica tan solo a los ensayos.

durangon.com ha hablado con varios de estos jóvenes. Lo primero que llama la atención es que cada uno ha optado por un instrumento diferente. Segunda curiosidad: ninguno ha escogido el piano, el instrumento que tiende a aglutinar la mayor demanda.

“Ensayo durante cuatro horas diarias”

Nerea Aizpurua. 23 años. Estudia cuarto de violoncello en el Conservatorio Superior de Navarra.

Es la veterana del grupo. Concretamente, pertenece a la primera generación del Conservatorio de Grado Medio de Durango.

Su afición fue temprana, apenas tenía 8 años. “Mi padre es muy melómano y siempre se ha escuchado música en casa”. Sin embargo, no tomó la decisión de dedicarse profesionalmente a ello hasta Bachiller. “Llegó un momento que me di cuenta de que no me veía en otra cosa que no fuera la música”.

Nerea, que está a punto de terminar el último curso, tiene ya planificado su futuro más cercano. El año que viene lo dedicará a “preparar bien” el Concierto de fin de carrera –“te la juegas todo a una carta”- y después quiere hacer un Máster en Música de Cámara. “Disfruto mucho con todo lo que sea tocar en grupo”, corrobora.

En su currículo musical pueden leerse ya varias actuaciones con la Orquesta Sinfónica de Euskadi “como becaria”, también con la de Navarra y colaboraciones habituales con la Joven Orquesta de Leioa. Lo último ha sido un recital que ha ofrecido recientemente con el grupo de música antigua Khantoria junto a Elena Arbonies y Karol Argiarro.

“Me gusta cuando la música te sale sin pensar”

Asier Elías. 20 años. Cursa Primero de Jazz en el Conservatorio de Navarra en la modalidad de Batería.

La trayectoria de Asier no tiene mucho que ver con la de otros compañeros, de ahí que sus temores fueran todavía mayores. “Para una persona como yo, que no ha hecho un grado medio de clásico, es difícil imaginarse lo que te vas a encontrar en uno superior. Siempre tienes miedos y más no habiendo hecho una enseñanza reglada previa, pero luego te das cuenta de que, aunque haya que trabajar mucho, se saca adelante”.

El joven cursó en Durango el elemental de solfeo. “Tuve la suerte de estudiar cuatro años con Iñaki Jaio. La base me la puso él, sin olvidar a profesores anteriores como Oscar Losada y David Cantero”. Asier está también muy agradecido a Hilario Rodeiro, profesor de la Escuela de Música de Arrasate,  “que en un año me ha dado una motivante perspectiva”.

Antes de trasladarse a Navarra, Asier empezó a cursar Ingeniería Informática “un poco al tun tun”. “Se me hizo intragable y me di cuenta de que prefería meter horas en algo que me gustase de verdad”. Fue entonces cuando su padre, Xabier Elías ‘Mongo’, que también es músico, le puso en contacto con otros artistas.

Entre sus influencias no faltan músicos internacionales de rock, jazz y funk, aunque lo que aprecia de verdad es “cuando la música te sale sin pensar desde lo más profundo de tu ser”. The Mockers, Baraia, Free Ends y Mong son algunos de los grupos con los que ha tocado.

 

“Disfruto con los Beatles… y ¡Mozart!”

Elena Arbonies. 19 años. Primero de Clarinete en Musikene.

En su caso acabó Bachiller hace dos años y dedicó uno de ellos a preparar las temidas pruebas de acceso a Conservatorios Superiores. Para que no quedara nada al azar probó en Barcelona, Navarra y Donostia, pero se quedó en Musikene porque estaba un profesor que le había impresionado en un curso previo, José Luis Estellés.

“Me llamó mucho la atención su pedagogía porque es una persona que te guía a una especie de búsqueda continua con libertad para ir tú misma investigando y descubriendo. Además –añade la joven- es muy cercano y comunicativo. En ningún momento te sientes un número”.

Podría parecer que Elena siempre tuvo claro lo de dedicarse a la música pero no fue así hasta que fue seleccionada por la Orquesta de Alumnos de Euskadi para participar en una gira. “Hasta aquel momento no conocía mucha gente que se dedicara a esto, así que fue muy motivador estar con un montón de personas con mis mismas inquietudes”, confiesa.

En lo que tampoco coincide demasiado con sus amigas es en los favoritos de su reproductor musical. En su repertorio no pueden faltar clásicos como los Beatles o Dire Straits por mucho que los de su generación piensen “que tengo un gusto un poco anticuado. No puedo evitarlo, disfruto mucho con las canciones de esa época”.

John, Paul, George y Ringo para escuchar, pero con el clarinete en la mano… Beethoven, Brahms y Stravinski. Y por encima de todos ellos, la “transparencia y los matices” de Mozart. “Es un músico increíble porque es fácil de escuchar y difícil de tocar. En todas las orquestas te ponen a prueba con Mozart porque se te acaba viendo el plumero. Si no lo haces bien, Mozart te delata”.

“Hay compositoras que no han tenido reconocimiento”

Ane Ibarra. 19 años. Primero de Violín en Musikene.

La presión de estudiar en un conservatorio como Musikene, y más un instrumento con mucha demanda como es el violín, es algo que quizá mucha gente no entienda. Ane la sintió en las pruebas de acceso –“se hace muy duro porque compites con muchísima gente, tanto de otras comunidades, como extranjeros de Francia o que vienen de Erasmus”- y también en los primeros meses de carrera. “Al principio se hace muy duro y tienes que demostrar mucha constancia y disciplina, pero afortunadamente ya le hemos ido cogiendo el ritmo”.

Tanto sacrificio, habrá pensado en más de una ocasión Ane, para que luego haya quien no entienda su elección. “La mayoría de la gente piensa que estudiar música es un error porque no lo ven como una profesión. Incluso a algunas amigas mías les pasa”, advierte. Afortunadamente, en su caso, su familia siempre le animó a estudiar “lo que me gustase de verdad”, de ahí que lleve ya varios meses viviendo en Donosti.

Ciñéndonos estrictamente al plano musical, si tuviera que escoger un músico se quedaría sin duda con Beethoven, Chaikovski y Clara Shumann, una pianista y compositora prodigio del siglo XIX que quedó eclipsada por su marido, Robert Shumann. “Clara es una compositora que me llama mucho la atención por su estilo. Es una pena que haya habido músicas con mucho talento que, por vivir en otras épocas, no hayan tenido todo el reconocimiento que debían”.

Sus listas de música favoritas tampoco encierran mucho misterio. “Un poco de todo”, destaca, “aunque sobre todo música euskaldun” del tipo Gatibu. En cuanto a su futuro, su primera opción es clara: formar parte de una orquesta. “Sé que es muy difícil, pero nunca se sabe, con un poco de esfuerzo igual se puede conseguir”, subraya con determinación. De no ser así no vería con malos ojos lo de dedicarse a la docencia.

“Vivir sólo de tocar resulta muy difícil”

Dani del Valle. 22 años. Primero de Guitarra eléctrica en Musikene.

Como en el caso de Asier Elías, Dani no preparó las pruebas de acceso en el Conservatorio de Durango, aunque anteriormente sí había sido alumno de combo, guitarra eléctrica y lenguaje musical. “Tengo muy buenos recuerdos y muy buen trato con toda la gente de allí”, señala tras reconocer el esfuerzo que están haciendo desde Bartolomé Ertzilla para incorporar la música moderna, “el jazz principalmente”, a su oferta.

Dani descubrió la guitarra a los 13 años “para imitar lo que mi hermano hacía”. Al finalizar el Bachillerato hizo un grado superior de técnico de sonido, pero las bases de la guitarra eléctrica que llevaba años estudiando no se le quitaban de la cabeza y empezó a preparar las pruebas de acceso. A la segunda intentona lo consiguió.

En Musikene se ha encontrado con otra realidad. Otras expectativas académicas, un presupuesto muy superior, y mayor compromiso por parte de los alumnos. “Está siendo más duro de lo que esperaba –admite-. Hay un nivel de exigencia alto, pero eso era a lo que iba, y estoy contento”.

En un futuro, si pudiera elegir a qué dedicarse optaría por “compaginar el tocar y dar algunas clases, o algo relacionado con ser técnico de sonido. Vivir sólo de tocar es muy difícil”.

 

“El txistu sirve más que para bodas y entierros”

Karol Argiarro. 18 años. Primero de Txistu en Musikene.

Lo que en un primer momento le sorprendió del txistu es que se tocaba con una mano y se acompañaba de otro instrumento con la otra. Para entonces ya se había fijado en su sonido porque lo tocaba también su hermano. “Fue lo que me decidió a escogerlo en el año de pre-instrumento”, recuerda sobre el curso que las escuelas de música suelen dedicar a que se conozcan una variedad de ellos.

Que de pequeñita también quisiera aprender a tocar la trikitixa –“no pude porque era más grande que yo”- también evidencia cierta querencia hacia lo autóctono. Todo lo contrario a lo que siente por la música clásica o, más concretamente, por el bárroco. “Es lo que estamos estudiando ahora mismo y no es que me haga demasiada gracia. Al menos, de momento”, matiza esta aficionada al rap y la música alternativa.

Sobre Musikene, Karol asegura estar afrontando una experiencia “diferente” que no se atreve a calibrar del todo. “Ni me ha decepcionado ni todo lo contrario. Supongo que es algo que ocurre en todas las carreras”.

Eso sí, las clases le están ofreciendo una perspectiva mucho más amplia de la música contemporánea y de los nuevos compositores que están surgiendo en el mundo del txistu. “Están demostrando que el txistu sirve para algo más que para bodas y entierros”, concluye.

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