“Hemos quitado cierto halo de divinidad al personaje”

Markel Ganboa conoce bien todos los entresijos de la Pasión de Durango porque ha mantenido un vínculo muy estrecho con la obra desde pequeño. Se apuntó a la representación en 1999, cuando tenía ocho años, y en este tiempo ha desempeñado todo tipo de papeles. Las representaciones del espectáculo comenzaron ayer y concluirán mañana.

-Regresas como Jesús tras un parón de un año.
-Sí, la junta se lo propuso a Mikel (Ceide) y a mí me pareció genial porque el objetivo siempre suele ser tratar de involucrar al mayor número de gente joven posible. Cuantas más personas sepamos el papel, mejor, así no nos pasará como con Iñigo Pastor que, como era el que lo controlaba, tendíamos a recurrir a él cuando había problemas.

-¿Tienes pensado enfocar el papel de alguna forma diferente?
-Cuando Markos Echarte se puso al frente de la obra, como director, nos insistió en que no quería que nos fijáramos en cómo lo habían hecho nuestros predecesores. Quería que hiciéramos el papel nuestro y así surgió un Jesús postpandemia más sensible, con luces y sombras. Al que, por decirlo de alguna manera, le hemos quitado cierto halo de divinidad. Un Jesús que grita y que se enfada cuando tiene que hacerlo porque alguien a quien insultan, escupen, le dan latigazos y le crucifican no puede permanecer impasible.

-Por decirlo de alguna manera, un Jesús más humano.
-Eso es. Mi idea es seguir humanizando el personaje y, al mismo tiempo, poder disfrutar más de la interpretación. La primera vez que hice de Jesús había mucha expectación con la obra porque se retomaba después de dos años de parón por la pandemia y porque habíamos pasado una etapa de ciertas dudas sobre su continuidad. Se vendieron todas las entradas y tanto estímulo externo me afectó.

-¿Te sentiste superado por la presión?
-Internamente sí. Me imponía lo que la gente pudiera opinar y eso me hizo estar más cohibido. Mi reto de este año es salir de mi zona confort y dejarme llevar por las emociones; soltarme. Además, entiendo mejor el papel y eso va a hacer que se puedan percibir más matices en mi interpretación.

-Me has comentado que las gradas se llenaron hace dos años. Imagino que lo vivisteis como un espaldarazo a la obra y a lo que representa en Durango.
-Sí, lo normal suele ser que la gente te pare por la calle para felicitarte y para desearte suerte, pero lo de aquel año fue una barbaridad. Se notaba que había ganas de que siguiésemos.

-¿Y cómo ves el futuro del espectáculo? ¿Crees que tenéis algún reto pendiente?
-A mí, personalmente, me gustaría poder afrontar el reto de hacer la obra en euskera, pero soy consciente de que cualquier cambio es complicado porque bastante cuesta sacar cada edición adelante. La Pasión necesita que venga gente nueva con ideas y animamos a todo el mundo a dar el paso de sumarse a esta pequeña familia.

Gestión cultural

-Este año regresa también Izaskun Astondoa como María. ¿Qué tal habéis conectado?
-Lo bueno es que conozco a Izaskun de toda la vida. Somos del barrio y los dos llevamos muchos años en la Pasión. Con Sheila (Ceide) tenía mucho ‘feeling’ porque éramos amigos, pero con Izaskun también me he entendido muy bien desde el primer viacrucis sin necesidad de hacer ningún trabajo previo.

-A nivel físico, ¿te has preparado de alguna manera para hacer de Jesús?
– Hace dos años lo llevé bastante bien hasta el último día porque, claro, es golpe sobre golpe, así que esta vez espero que ocurra lo mismo. Además, estás unos diez minutos sin intervenir antes de la flagelación y eso te permite ir concentrándote para poder llevarlo lo mejor posible. Con descansar bien esos días –tengo buenos compañeros de trabajo que me lo van a permitir- y las cremas que te echan, no creo que haya ningún problema.

-Ya para terminar, ahora eres socio de una empresa de gestión cultural, así que te fijarás más en lo que pasa detrás de bambalinas. ¿Hay algo que te sorprenda especialmente?
-Ya no juzgo tan fácilmente porque valoro cada espectáculo y sé lo que cuesta sacar un proyecto así. En el caso de la Pasión hay que tener en cuenta además que es un trabajo que involucra a más de cien personas y que se realiza de forma altruista. De no creer.