“Era una persona conciliadora, que se hacía querer”

Cuesta despedirse de los amigos y Natxo Martínez ha dejado muchos. Quienes estaban más cerca de él sabían que estaba delicado de salud pero confiaban en que siguiera resistiendo. No ha podido ser. El concejal del PNV de Durango dejará un hueco importante en una Corporación que ya sufrió la pérdida de su alcalde en 2008.

“Ha sido un palo para todo el grupo municipal”, ha destacado esta mañana una emocionada Aitziber Irigoras. “¿Si nos lo esperábamos?”. “Sabíamos que estaba bajito y que en Navidades tuvo que ir al hospital, pero ya había estado mal otras veces y, como siempre salía adelante, no pensábamos que pudiera pasar algo así”.

“Conciliador”, “cercano” y “entregado” son algunos de los adjetivos que han escogido sus amigos para definir a Natxo Martínez. “Se hacía querer”, han coincidido todos. 

Para la alcaldesa era de ese tipo de personas “que engrasan amistades” impidiendo enfados o rencores allí donde estuviera. “Mi primer jefe y un jefe con el que resultaba muy fácil trabajar porque escuchaba a todo el mundo”, para la responsable de San Agustín, Arantza Arrazola. “Una persona dispuesta a hacer cualquier favor sin tener en cuenta si antes le habías ofendido o no”, para Manolo Ocaña, responsable de la Brigada de Obras y su mejor amigo en la plantilla municipal.

“Poco reconocido”

Martínez pasó a formar parte de la Corporación duranguesa en 1999 dentro del equipo de la actual diputada de Acción Social, Pilar Ardanza. “Su implicación era enorme, hasta el punto de hacer suyos los problemas que le contaban y él trataba de resolver. Se llevaba toda esa carga emocional a casa”, recuerda Ardanza. 

La exalcaldesa tampoco olvida su dedicación al Consejo de Festejos en los treinta años que ocupó la presidencia. “Aunque desde fuera pudiera parecer que un consejo así tenía que ser todo risas, hubo que trabajar mucho en aquella época y creo que nunca se le agradeció suficientemente esa labor”.

Similar opinión tiene Ocaña. “Apagó muchísimos fuegos” en los años en los que las diferencias políticas enrarecían las fiestas. “Siento que ha sido una persona poco reconocida a esos niveles porque su actitud fue clave muchas veces”.

‘Sanfermines’ y ‘Sanfaustos’

La relación del socialista Fernando Castillo con Martínez también se fraguó en unos ‘Sanfaustos’. Era el año 1987 y Martínez ya llevaba una década en el Consejo de Fiestas. “Más que un amigo era el hermano mayor que yo no tenía. Con él aprendí a conducir, a cambiar un cuadro de luz y a no dormir en las fiestas”, bromea. Quedaran más o menos, “siempre estaba cuando le necesitabas”.

Castillo nunca llegó a verle como “un político al uso” porque, entre otras consideraciones, era el primero que se remangaba cuando hacía falta mover una valla o colocar un escenario. Ocaña va más allá y subraya que “estaba enamorado de los ‘Sanfaustos’. Anteponía las fiestas a lo que hiciera falta, ya fuera su salud o su familia”. Ana Camen, su mujer, le conoció así y lo aceptaba porque era consciente de que difícilmente iba a cambiar.

La única infidelidad festiva que Martínez se permitía se llamaba ‘Sanfermines’. Corredor del encierro en un tiempo, el trabajador municipa recuerda que “no faltaba a la cita ni en las épocas más complicadas para su salud. Siempre tenía que pasar por Pamplona algún día”.

Vivir deprisa

De carácter abierto y dialogante, el edil jeltzale conservaba la “buena costumbre” de organizar ‘kedadas’ en el txoko que tenía en Orozketa y al que se escapaba cada vez que buscaba tranquilidad. Allí se juntaban, de cuando en cuando, algunos amigos y concejales de diferentes  partidos como Sabino Bilbao (Ezker Batua), Dani Maeztu (Aralar), Juan José Agirre (EA) o José Antonio Delgado (PSE-EE). 

Solían ser comidas que terminaban con “una partidita de mus, aunque él no solía jugar”, apunta Ocaña. De ahí, a buen seguro, las palabras de gratitud que Maeztu ha querido dedicarle hoy: “De San Fausto al Sahara, pasando por Orozketa, te quiero agradecer Natxo que hicieras posible la discrepancia política y el buen rollo, algo difícil hoy en día”.

Martínez era carrocero de profesión. También defensor acérrimo de San Fausto -barrio en el que vivió buena parte de su vida-, athleticzale y alonsista. El motor era otra de sus pasiones y recordaba con especial cariño el viaje que hizo el año pasado con su hermano a Cheste, el circuito de motos de la comunidad valenciana. Quizá esa pasión fue la que le hizo vivir tan deprisa y morir igual. Esto no es un adiós, Natxo, es un hasta luego.