Y volver, volver, volver…

Dice la famosísima canción. Nuevamente volver. Esta es una de las características fundamentales del mes de septiembre. Volver a la rutina diaria, volver a los colegios, a saltar de la cama cuando suena el despertador, a espabilar corriendo por la calle para que cuando cierren la puerta del cole estemos dentro. Vuelta a los afanes diarios del trabajo… en el mejor de los casos. Desgraciadamente se ha convertido ya en un tópico el lamentar el fin de las vacaciones, pero agradecer (a Dios, a la vida) la posibilidad de vuelta a un trabajo, porque no es algo que se presuponga en los tiempos que corren. Porque del derecho al trabajo hemos pasado, casi, al privilegio de estar trabajando, a la suerte de no estar en el desempleo.

Las cifras son dramáticas. Todos los días la ciudadanía se ve bombardeada por porcentajes sangrantes: de paro de larga duración, de paro juvenil, índices de pobreza… Números que enmascaran el drama real de miles de familias. Porcentajes y más porcentajes que invisibilizan a las personas que sufren: constituyen el burka de la hiriente realidad. Por ello voy a renunciar conscientemente a hablar de números. Quiero hablar de personas con caras y ojos. Debemos hablar de la realidad diaria de nuestras vecinas y nuestros vecinos con problemas graves para llegar a fin de mes. De quienes se acercan a los Servicios Sociales de nuestra Mancomunidad, a Cáritas, a la JAED y, más duro aún, de aquellas personas que ni siquiera se atreven a hacerlo.

No quiero hablar de las grandes cifras macroeconómicas que, según las mentes privilegiadas, han provocado esta crisis, ni voy a discutir la falacia de “haber vivido por encima de nuestras posibilidades”. No pretendo hacer un feroz ataque al neoliberalismo, al neocapitalismo o al desarrollismo. Los brindis al sol no ponen pan en la mesa. No quiero perderme en recetas de izquierdas o de derechas que aseguran que nos sacarán de esta crisis. Los “brotes verdes” de unos y las “luces al final del túnel” de otros se quedan en los debates intelectuales. Tampoco voy a debatir la defensa que hacen algunos de la vía venezolana, que llena los mítines y vacía las estanterías de los supermercados y los armarios de los hogares. Dejo la defensa de estos modelos para los púlpitos parlamentarios que tanto gustan a quienes les encanta oírse.

A mí, a nosotras y nosotros, lo que nos preocupa es el avance de las personas que componemos esta Villa, y lo que nos ocupa en el día a día es que nadie, ninguna persona, quede descolgada de este proceso. Nos esforzamos para tratar de llegar a quienes todo esto que llamamos “crisis” ha dejado en la cuneta. Y lo hacemos tomando como guía la dignidad de las personas, de las ciudadanas y los ciudadanos, olvidándonos de las grandes proclamas ideológicas, utilizando todos los medios municipales y supramunicipales a nuestro alcance, y centrándonos en cubrir las necesidades de hoy y poder ofrecer esperanza en el mañana.

Goiztidi Díaz es concejala en Durango (EAJ-PNV)