Vuelve el circo, vuelve la F1

Voy a ir contracorriente, lo sé, pero no puedo evitarlo. No puedo con la Fórmula 1. Este pasado fin de semana ha comenzado el circo que maneja ‘Bernie’ Ecclestone. Miles de millones de euros mueve este deporte en cada Gran Premio y llegar a ser sede de uno de ellos depende exclusivamente de la cantidad de billetes que pongan encima de la mesa dirigentes que quieren hacerse la foto junto a los Vettel, Alonso, Schumacher y compañía -claro que esto tampoco es ajeno a otros deportes como el fútbol o el baloncesto-. Jeques, príncipes, presidentes o mandatarios, muchos de ellos que no respetan los derechos humanos, están dispuestos a que la Fórmula 1 pase por sus países y como todos, desde pilotos a marcas pasando por ingenieros, sacan tajada, pues adelante.

Pero más allá de que la Fórmula 1 es un negocio-deporte, más que un deporte al que se le saca una rentabilidad económica, no me convence esto de que tengan el derecho de nombrar Campeón del Mundo al que se decide de un grupo elitista de personas que están ahí muchos de ellos por pertenecer a un país en el que es necesario abrir mercado.

Es decir, el campeón del Mundo de los 100 metros lisos es el que más rápido corre dicha distancia. El que se cuelga el oro de ciclismo es el que tarda menos en subir un montón de puertos y recorrer cientos de kilómetros. Los que forman parte de una selección que participa en un Mundial han tenido que demostrar su valía y un seleccionador es el que toma finalmente la decisión aunque en la mayoría de los casos los componentes de las mismas son los que elegiría al 90% cualquier aficionado. Sin embargo, nos encontramos con los deportes de motor en general y de la Fórmula 1 en particular en el que los que optan a dicho honor son 22 hombres cuyos méritos no siempre están contrastados. Hay grandes pilotos que no tienen un coche porque interesa más un venezolano, un mexicano, un suizo, un indio, un japonés, un belga, etc, en la parrilla, que puedan abrir mercado en sus países, en detrimento de otros pilotos que tienen más nivel y que no se sabe muy bien porqué se quedan sin un volante.  

Luego está el hecho de que cada piloto compite en unas condiciones muy diferentes. Se atreven a decir que Sebastián Vettel fue el mejor piloto de 2010, que en 2009 lo fue Jenson Button y así sucesivamente. Sin embargo, yo pienso que la única manera de saber quién es el mejor piloto del Mundo es poniendo a todos los corredores con el mismo coche. Me gustaría saber qué hubiera hecho Alonso con el Red Bull el año pasado, o el propio Lewis Hamilton o hasta Michael Schumacher si teniendo el que era el mejor coche del Mundial se hubieran enfrentado entre sí con la misma máquina en sus manos. Y a partir de ahí las estrategias de cada uno, los riesgos que tomen y su habilidad al volante será lo que les lleve a ser realmente el mejor.

Además, como disponer de un coche mejor o peor depende de cuestiones económicas y que hay 4-5 escuderías competitivas y resto son meras comparsas, me revienta que se hable del piloto Campeón del Mundo. ¿No será más apropiado hablar de escuderías o equipos que se apuntan el título mundial?, ¿no sería más apropiado que se hable del Mundial de constructores exclusivamente? …

Sé que jamás se cambiará la filosofía de la Fórmula 1, que el circo y, para muchos, la gracia está precisamente en eso, en la desigualdad y en el elitismo. La ventaja es que nadie me obliga a verlo. Para los muchos que sí os gusta, a disfrutarlo porque vuelve el circo, vuelve la F1. Sin duda, un espectáculo.

Naia Fernández es periodista