Verde hago

Salgo de mi casa todos las mañanas y monto en mi bicicleta urbana. Hace pocos días, 3 bajo cero.

No llevo pasamontañas porque veo mal que las mujeres vistan el burka. Si pensáis que no existe relación entre ambas prendas me da igual.

Deposito los cartones en un contenedor y los plásticos en otro. Discrimino.

El chucho del vecino ya no se revuelca como antes sobre la blanca capa que tiene la hierba del patio. Ahora va vestidito bien abrigado.

Alguien muy importante y que no es el hombre del tiempo, dice que bajará el precio de la luz porque llegan las lluvias. Ya huelo a verde.

Que te quiero verde. Viejo no, porque me tendré que vacunar contra la gripe.

Termino la mañana, llego a casa. Verdura para comer y luego una sesión de radiaciones sentado en el sofá.

Uno de cada dos anuncios se refiere a un medicamento. Nos suponen enfermos.

Imágenes del círculo polar. La tierra se calienta. Por arriba y por abajo el blanco se torna verde, crecen los océanos y el número de tiburones, pero por el centro el planeta es cada día más ocre.

Como en poco tiempo nuestra vida estará gobernada por los robots, nos dedicaremos a hacer turismo espacial. Perdurará aquello que haya quedado verde. Los robots no estropean el medio ambiente.

Sin embargo, me gustaría que todas aquellas vías verdes que afortunadamente van proliferando, fueran calzadas de adoquines, aunque rodeados de sauces, hayas, robles o especies de hoja perenne mejor. Puro sado-masoquismo. Un martirio calculado.

En casa tengo, además de televisor, un pequeño museo de espejismos y sueños. Los primeros me invaden en cuando mi cerebro se queda desierto. Los segundos me hacen dar un respingo para decirme ¡allá voy!

Sabed que cualquier primavera de éstas montaré una expedición para salir en busca del rayo verde pero mientras hago planes, ha caído la noche y tengo que bajar la basura.

No ha sido un espejismo: acabo de esquivar una caca de perro. ¡Menudo marrón!.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.