Urbanismo especulativo

Dicen que a Barakaldo la macrozona comercial que le han puesto donde estaban los Altos Hornos le ha destrozado el pequeño comercio. Y que algo parecido le ha pasado a Basauri con su macrozona de idem. Tampoco parece que están muy contentos durangueses y abadiñarras con la “cuña” urbanística que les han clavado a mitad de camino entre el barrio de San Fausto y el de Matiena, monopolizada por dos empresas de supermercados.

La semana pasada, una reunión convocada por el grupo municipal de Bildu de Amorebieta planteó a una treintena de asistentes una pregunta sobre proyectos de nuevas concesiones para la apertura de nuevos centros comerciales. Algunos comentarios apuntaban que se pretendería autorizar nuevos centros comerciales de 1.200 metros cuadrados, el doble de los 600 metros cuadrados autorizados hasta ahora.

Uno diría que estos planes urbanísticos han sido decididos al margen de cualquier consulta popular abierta, en cenáculos de expertos urbanistas y sesiones municipales. El ciudadano de a pie tiene seguramente una idea sobre lo que quiere que sea su pueblo, pero los que se llevan el gato al agua, a fin de cuentas, son los “gurús de le economía”, los grandes intereses bancarios y las grandes cadenas comerciales.

Los consumidores durangueses y abadiñarras tienen un servicio completísimo para hacer sus compras de fin de semana, pero los sapuherris siguen esperando la urbanización de las vías de Eusko Trenbideak y del parque que separa Kurutziaga de San Fausto, cerrado a cal y canto no sabemos para cuánto tiempo.

¿Para cuándo un urbanismo pensado para las personas, para los bebés y para los niños, para hacer la vida más agradable al vecindario? ¿Hasta cuándo prevalecerán los intereses comerciales y el beneficio del capital sobre el bienestar de las personas?.

El caso es que, con la crisis que dicen que padecemos, las cadenas de supermercados se lo piensan y se retraen ante el riesgo que podría suponer invertir en nuevos megacentros en un momento en que los consumidores no tienen dinero más que para ir tirando. Sería un buen momento para que los pueblos y sus autoridades se decidan a repensar sus planes urbanísticos con luz y taquígrafos, a cara descubierta, pidiendo la opinión a todos sus vecinos.

Al parecer, las consultas populares abiertas, que sepamos, han sido siempre planteadas por grupos de izquierda… Tal vez ha llegado la hora de que sean los mismos ayuntamientos los que asuman el protagonismo que les pertenece en el juego democrático.

Honorio Cadarso es periodista