Twiteando

En el siglo XX nuestras abuelas
repetían lo siguiente:
“dime con quién
andas, y te diré
quién eres”; a
finales del siglo XX le oí
decir a mi padre: “dime
qué coche tienes, y te
diré cómo
eres”; a principios del XXI, a
un naturopata se le ocurrió
ganar dinero con un sugerente,
“dime qué comes y
te diré quién eres”;
y en pleno 2012, por fin, un
experto en comunicación
añadiría:
“dime lo que twiteas, y te
diré de qué pie
cojeas”. 

Me estoy empezando a sentir
cada día más
incómodo, porque
todavía no he sucumbido al
Twiter, aunque sé que
sucumbiré cualquier
día de estos. Una
mañana, seguro que dentro
de poco, me levantaré de la
cama, participaré en
algún acto interesante o me
pasará algo sugerente y se
me ocurrirá que la mejor
manera de comunicársela al
mundo es a través de
Twiter. Es la única manera
de participar en la pelea de ser el
más original en pleno 2012.
Me adentraré, con los
mensajes cortos y la
economía
lingüística, en el
infierno de la Real Academia de la
Lengua, su mayor enemigo, y yo,
que nací
“carca” y soy
más conservador que el
presentador de El Gato al Agua,
compartiré principios
modernos con los más
tecnologizados. ¡Joder!
¡Qué cerca veo ese
día y cómo tengo
interiorizado que ese día
será inevitable! 

Microsoft llega tarde. Cada vez
que tecleo Twiter me subraya el
término en rojo, lo sustituye
por “twister”.
Tampoco sé realmente las
consecuencias que tiene un
“hashtag”, que me
“retwiteen” en masa,
o que algo o alguien sea
“trending topic”;
 todo ello subrayado en rojo
en mi pantalla. Facebook tampoco
está en el diccionario de
Microsoft Word Office. Y
pensándolo bien, la RAE
debería de añadir
una nueva acepción al
término
“muro”: lugar
físico donde los internautas
teclean sus pensamientos bajo el
epígrafe
¿Qué estás
pensando?, escritos dentro de un
recuadro en blanco, y que se
publican automáticamente
en Internet aunque nadie lo utilice
para ser auténticamente
sincero, es decir, para comunicar lo
que realmente está
pensando. De hecho, nadie se
cagará en el contacto
número 4 de sus contactos
aunque lo esté pensando.
Hasta que Facebook existió
la mayoría de
pensamientos eran privados,
personales, individuales.
¡Facebook es un
auténtico enemigo de la
intimidad!

En realidad, acabo de
enterarme de que mi muro es el
reflejo de mi personalidad. Un poco
de aquí, un poco de
allí, algo de
auténtico, algo de radical,
algo de tópico,
típico, intelectual, hippy,
carca, fantasioso,
ñoño; algo de
chistoso, de merengue, de
blaugrana, de rojiblanco, de vasco,
riojano, español, belga,
mexicano, animalista,
anglófono,
antianglófono, pacifista,
político, apolítico;
ligeramente antisistema,
republicano, sevillano, mundano,
marciano, triste, alegre,
montañero, playero.
¿Yo soy mi muro o no?

Lo cierto es que las redes
sociales pasarán a ocupar
el papel que juega todavía
hoy la televisión. Si
estás, existes; me twitean,
luego existo. Y me duele
reconocerlo, pero actualmente, lo
realmente interesante ya se
está comunicando a
través de las redes
sociales. 

Julen Orbegozo kazetaria da