Tania y su Biblia

Tania o Tatiana Chisnenko, emigrante rumana, descansa en el cementerio del pueblo donde vivió sus últimos años. Murió joven, ha dejado una familia y unos hijos en su tierra de adopción, será probablemente la primera cristiana no católica que espera el Juicio final en el valle del Alto Ibaizabal.

Fue una despedida y unas pompas fúnebres emocionates y nunca vistas por estos pueblos. Al ritmo nada precipitado de la liturgia oriental, casi una hora de oraciones y cánticos y lecturas antes de salir del tanatorio, otra larga hora al pie del nicho donde reposan sus restos, siempre bajo la dirección del Pastor de su iglesia venido desde Arévalo, en Segovia, todo en su lengua nativa, con un coro de hombres al que acompañaban todos los presentes, con ramos de flores inundándolo todo.

Y alrededor de sus restos mortales sus familiares y compatriotas, sus compañeras y compañeros de trabajo, las mujeres de la Asociación local de jubilados con las que compartió sesiones de aprendizaje y prácticas de labores de hogar como una más. No faltaron tampoco mujeres del grupo de catequistas y auxiliaresde la parroquia de Amorebieta que quisieron testimoniar su respeto hacia confesiones cristianas no católicas que conviven con nosotros.

No es frecuente que mujeres emigrantes se integren como una más en actividades de centros de jubilados o de mujeres. Pero ella con su sencillez y sentido de compañerismo había conseguido ser admitida en todos los círculos de la vida de su pueblo como una más.

Tania, Tatiana Chisnenko, se integró con toda naturalidad en la vida del pueblo que la acogió. Un tiempo antes de su muerte parece ser que le habían hecho un transplante de algún órgano vital, que tras haber sido aceptado normalmente dejó de funcionar bien, y estaba a la espera de un segundo trasplante que no llegó a tiempo.

Seguramente su nicho está marcado y es reconocible por una Biblia que sustituye en su Confesión Religiosa al signo de la cruz que preside las tumbas de los católicos. De todos modos, en su sencillez, en su silencio, en su lápida, se puede encontrar la huella de una emigrante que amó al pueblo que la acogió, que se integró en nuestra forma de vida con toda naturalidad, y que a la hora de morir eligió como “su” tierra para ella y para sus familiares a Euskal Herria.

Eskerrik asko, Tania Chisnenko! Descansa en paz entre nosotros, y deseanos la paz desde el lugar donde sigues viviendo.

Honorio Cadarso es periodista