Suspenso en comedor

“A día de hoy, los niños en su mayoría comen en sus casas yogur, pizza y pastas, salchichas, hamburguesas, sanjacobos, arroz, nos toca a nosotros enseñarles a comer verduras, fruta, una dieta variada y sana”, declara un educador de un colegio cualquiera de Bizkaia. “Y las cosas van a peor cada día que pasa”. 

Es decir, que con la crisis y los supermercados y la cocina prefabricada, los padres han hecho dejación del trabajo de cocinar los alimentos sin prisas, preparar verduras, dar a los niños fruta al natural. Manda la carrera contrarreloj, los precocinados, los pasteles y la bollería sustituye a la fruta.

Tampoco parece que los padres tengan tiempo para enseñar a sus hijos a usar en la mesa el tenedor y la cuchara, mucho menos el cuchillo. A los comedores de preescolar e infantil llegan niños acostumbrados a que alguien les lleve la comida a la boca, y los educadores se encuentran con un trabajo extra de dar de comer a los niños, “lo cual resulta un tanto complicado, porque cada educador se hace cargo de una treintena de niños, y hay un tiempo límitado para la comida, porque hay que dejar sitio al segundo turno”, comenta uno de ellos.

Felizmente, la Consejería de educación tiene previstos unos menús obligatorios y una dieta equilibrada que se impone a todos los centros escolares y la autoridad escolar vigila para que se cumpla. Los niños no tienen otra solución que comer lo que se les pone en la mesa, y los educadores se plantean hacerles comer, poco o mucho, de todos los platos.

Aintzane, una niña que no sabía comer, fue aprendiendo a lo largo del curso pasado a comer y a comer de todo lo que le ponían. Pero llegaron los tres meses de vacaciones veraniegas, y ha olvidado con todas las buenas costumbres olvidadas. Hay que volver a empezar con ella.

Ocurre que algunos padres apuntan a sus hijos al comedor escolar “para que les enseñen a comer”. La fórmula suena como a dejación y renuncia a su función de educadores. Y las cosas van a peor, asegura un educador. Cada vez los niños son peor alimentados en los hogares.

No hay una formación especial en educación para la alimentación en las escuelas de profesores. Hay unos menús dispuestos por las autoridades académicas, y el instinto natural de los educadores les va diciendo lo que conviene hacer en cada uno de los casos que se les presentan.

En ocasiones la prensa ha criticado los menús de los colegios. Los educadores son tajantes: “los menús son perfectamente y científicamente planificados, y las normas se cumplen rigurosamente. Los niños comen ternera todas las semanas… No se les da a los niños como postre ni pasteles ni bollería. Únicamente hay pastel en vísperas de la Navidad”. Los colegios de primaria de Bizkaia, en su gran mayoría, disponen de cocinas propias, lo que les permite vigilar desde más cerca la calidad de los alimentos.

El problema puede estar en los padres, quizá; al menos una parte de la responsabilidad les compete a ellos. A pesar de tantos programas de cocina que se ofrecen en la televisión, de tantos consejos sobre dietas equilibradas, la cocina doméstica se está convirtiendo cada vez más en un desierto. O en un hobby…

Un problema más a añadir al del paro, la crisis, la burbuja inmobiliaria, la contaminación atmosférica y el calentamiento global. Para colmo de desgracias, no sabemos comer, no sabemos cocinar, no sabemos enseñar a nuetros hijos en el arte del buen comer.

Honorio Cadarso es periodista