Revuelto de Carnaval

A caballo entre febrero y marzo agoniza este invierno loco loco, que nos ha pillado en una semana de vacaciones carnavaleras. Se han llenado las calles y los parques de jolgorio de escolares disfrazados de lagartos verticales, princesas, hadas y brujas, piratas tuertos y cow-boys, y en las riberas del Ibaizabal los pajarillos ensayan sus cantos de amores para el apareamiento.

Sin contar que las cigüeñas, contra los vetos de los poderes fácticos, han terminado de remozar sus nidos en las torres de la Telefónica omnipotente y en los lugares más elevados de nuestra geografía.

Y que ha vuelto el acostumbrado “extra” de tiovivos y autos de choque para los más pequeños. Una pequeña salida para que no se enmohezcan los engranajes en los garajes en que los tienen aparcados meses y meses.

Y a la vida se le ha acelerado el pulso. Por aquí caravanas de coches con la consigna de PEAJERIK EZ, o sea gratuidad para circular por la AP-8 en el tramo entre Eibar y Bilbao.

Y en Durango y Amorebieta-Etxano manifestaciones con pañuelos amarillos en defensa de los Refugiados que siguen intentando cruzar el Mediterráneo, ferias de artesanía y alimentación en conmemoración del Día de la Mujer, reunión de cristianos de toda Bizkaia con el obispo de la diócesis al frente para empujar la reconciliación y la paz en Euskadi. Todo esto en un fin de semana movidito y reivindicativo.

Es como si el Parlamento foral hubiese salido a la calle y nos haya permitido a los ciudadanos de a pie presentar mociones y denunciar abusos de poder o reparto mal repartido de obligaciones y sacrificios.

Secuestrados en esa pequeña cárcel del colegio diario y los deberes para el día siguiente, los niños necesitan completar su educación teórica con esa praxis del juego, de los juegos inventados e improvisados sobre la marcha, de las aventuras en la calle cada uno con su cuadrilla y sus amigos preferidos.

Hacía falta que los “txikis” volviesen a las calles y los parques para que nuestra sociedad se sienta viva. Seguramente las vacaciones son la parte más educativa y formativa del año escolar, para ellos, y para los adultos que nos reencontramos con ellos veinticuatro horas sobre veinticuatro.

Dicen que baja la natalidad en Euskadi hasta mínimos alarmantes. Con estos carnavales recuperamos el optimismo, y seguramente muchos y muchas se volverán a plantear colaborar en un mejora de las cifras de población.

Honorio Cadarso es periodista