Periodismo en crisis

Hay profesores que dejan huella en los alumnos por nimiedades o curiosidades. Los estudiantes pasamos por la facultad de turno y nos obsesionamos con un examen, un trabajo, la nota de turno; y quizás no disfrutamos lo suficiente de lo que supone conocer de cerca una materia, un oficio o una licenciatura.

Uno de esos profesores que con un gesto, aparentemente inocente, marcaron mi profesionalidad. Fue aquel que lo primero que pronunciaba dentro de clase era lo siguiente: “Bon dia. Bos días. Egunon. Buenos días. ¿Algún comentario sobre el oficio más bonito del mundo?” Ningún alumno tomó la palabra para hacer ni un comentario en ninguna de sus clases. Tamaña pasividad quizás fuera sintomática de la clase de periodistas que íbamos a salir de la facultad durante aquellos años.

Pues el oficio más bonito del mundo, frase que aquel profesor copió a un histórico periodista, vive un periodo extremadamente crítico. El oficio de periodista es el oficio más castigado por la crisis económica, tras los empleos relacionados directamente con la construcción. Según datos oficiales, desde el 2008 se han perdido más de 6.000 empleos y se han cerrado 57 medios de comunicación. Esos datos son los oficiales, pero seguro que otros cientos de medios de comunicación locales que no constan en el recuento oficial han cerrado la persiana, dejando a miles de profesionales sin empleo.

Resulta que el oficio más bonito del mundo siempre se ha relacionado con una profesión romántica, intelectual y reivindicativa. No nos engañemos. Durante la crisis, la mayoría de empresas comunicativas han primado el beneficio económico al romanticismo y al factor humano. Para que su cuenta de ingresos anual no descienda, han expulsado de sus redacciones a miles de periodistas forjados al albur de la transición española. Profesionales consolidados con veinte y treinta años de experiencia, símbolos de una generación periodística, reflexiva e incisiva, que puede que no se repita nunca. Una generación combativa, que pese a la desunión corporativa que históricamente ha padecido el sector, consiguió derechos lógicos y dignos para la profesión periodística.

Como ejemplo el ERE de El País, impulsado por un progresista como Juan Luis Cebrián, que cobró 13 millones de euros en 2011, y ha expulsado de su redacción a históricos como Eduardo Rodrigálvarez y ha vaciado de periodistas consolidados la redacción del País Vasco.

¡Qué triste que el necesario reciclaje del periodismo, ante el palpable cambio de ciclo, comience así! ¡Ojalá el oficio más bonito del mundo nunca deje de ser creativo y combativo, y continúe informando a la ciudadanía sobre los desmanes del poder! y ¡qué paradoja, que cuando más necesitamos que el poder sea controlado, más se machaca el periodismo!

Julen Orbegozo kazetaria da