La Real a Primera

La Real Sociedad jugó el sábado un partido trascendental en sus aspiraciones para volver a Primera División. Su rival, el Cádiz, también lo hacía para evitar su descenso. El cuadro txuriurdin ganó 1-3 y tiene ya el ascenso en el bolsillo. Ahora, a falta de tan sólo de dos jornadas, muy mal se tendrían que dar las cosas para que eso no ocurriese. Buena parte del público vasco se alegra, otros en cambio no. Por referirme a muchos aficionados en Bizkaia, más concretamente.

Yo he vivido mis mejores momentos como espectador de fútbol en Primera en fechas señaladas como las finales de Copa de nuestro Athletic. Con 13 años, nuestros padres nos llevaban a Madrid a ver la disputada en el Manzanares frente al Betis. Y aunque se perdiera, jamás podré olvidar ya aquellos cánticos que movían a esa gran ola humana que parecía podía hacer reventar el estadio. Ese mismo año montaba por primera vez en un avión, y no era sino para presenciar un Real Madrid-Athletic de Liga en el Bernabeú. Ganaban los leones, que formaban a Iribar, Rojo, Txurruka y un debutante llamado Irureta, entre otros. frente a los Amancio, Pirri, Velázquez y compañía. Resultado favorable 2-3.

Por mi edad, he tenido también la suerte de conocer los títulos logrados con Clemente. La famosa final Athletic-Barcelona, donde once “aldeanos” podían con el equipo “capitaneado” por Maradona. Estuve también en San Mamés celebrando el 2-1 que daba el título de liga a un Athletic que se enfrentaba a una Real que casi, por no decir totalmente, era parte de la fiesta bizkaitarra. Buena parte de culpa también la tuvieron los propios donostiarras que en un acto de suma caballerosidad con sus vecinos dejaban el partido fácil para los leones. Eso sí, Uralde metía un gol sin quererlo que adelantaba a los guipuzcoanos. Pronto, los Arconada, Satrus, Zamora.. enseñaron al joven Peio Uralde el camino de cómo jugar sin disputar.

Un par de temporadas antes Satrustegi lograba en el Molinón un gol en el último minuto del encuentro y daba el título a los hombres del gran Ormaetxea. Ese día estábamos pendientes de ese partido mi madre y yo, con una botella de cava, por si acaso, en la nevera. Tampoco es de olvidar el grito de alegría que pegamos y el beso que nos dimos por ese asalto de auténtica felicidad que nos propició el gol. Eso, y el posterior brindis, lo tendré siempre en mente.

Fuera de esas grandes citas, en mi casa, y debido sobre todo a nuestro trabajo en un negocio familiar, nos tomábamos una fiel recompensa anual que consistía en acudir al partido que disputaban cada año Real Sociedad y Athletic en el viejo Atocha. No nos podíamos permitir muchos caprichos, pero ese sí. Además, a los cinco nos gustaba esa fiesta, desde la comida en Orio, hasta ya la finalización de cada partido.

Ahora han cambiado mucho las cosas. Las aficiones se han distanciado y los propios jugadores también. Antes se brindaba por el triunfo del vecino y ahora, muchos lo hacen por la derrota.

Cuando la Real vuelva a Primera, yo rememoraré viejos tiempos y lo festejaré. Me tomaré una gran copa de cava por la Real y sobre todo por mi padre, que nos inculcó unos valores a los que no quiero renunciar. El ex jugador de la Real, Agustín Gajate, un amigo con el que coincido una vez por año, suele comentar que en su época hacían siempre por coincidir los jugadores en comidas, a medio camino entre Donosita y Bilbao, en Zarauz. Eran amigos, y quizás el mejor ejemplo lo daban ya ellos. Ahora no hay tantos referentes. Cada uno va a su “bola”, al interés propio. Quizás se pueda reconducir la situación, o quizás no.

Mientras, al menos yo, me alegraré por el triunfo de la Real, y de muchos amigos que ahora mismo sufren porque se pueda cumplir ese objetivo. Va por ellos. Por Agustín Gajate, Xabi Lizaso, Gabriel Zeberio, Mari Carmen de Ampo… por todas y cada una de las personas a las que conozco y que también, seguro, viven una sana rivalidad.

Joseba Barrenetxea es periodista y expresidente de la Sociedad Deportiva Amorebieta