La aventura de Ludy

De todas las personas bien y malintencionadas que consiguen llegarle a uno por las redes sociales, ha habido una joven venezolana practicante del ciclismo de competición empeñada en venirse al País Vasco en busca de una oportunidad.

Ni que decir tiene que, tras realizar las comprobaciones necesarias para que no haya tongo, el corazoncito se encoge y se abren los brazos.

Dentro de las posibilidades, la única oferta es acoger a Ludy en mi propio domicilio para que intente alcanzar su sueño y desde casa le hemos dado todas las facilidades para que así sea.

Sorprende sin embargo que haya sido dentro de su propio país donde más trabas ha encontrado para poder viajar: papeles, firmas, sellos, idas y venidas.

Llega la hora de tomar el avión en Caracas y me llama toda azorada diciéndome que no le permiten embarcar por no disponer de billete de vuelta. No es problema en la actualidad ya que a través de internet se consigue en escaso plazo de tiempo. Queda hora y media de margen aún.

Reservado el viaje de retorno a Venezuela para finales de junio a través de Air Europa y chequeado el mismo en la puerta de embarque, nuestra aventurera no deja de sorprenderse cuando le manifiestan que no sirve porque no es una compañía aérea del país, y que por lo tanto debe aplazar su vuelo a Madrid hasta el miércoles, abonando una penalización de 200 euros que por allá suponen poco más o menos que un potosí.

Si tenemos en cuenta además que desde la capital hasta el domicilio de Ludy hay 12 horas de viaje, resulta más que evidente el trastorno ocasionado. Se queda dos noches en Caracas a la espera de poder por fin salir de su país. Y si ella lo desea, que así lo espero, que sea para no volver.

Oír, ver y leer para creer.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.