Jon Uriarte, presidente del Athletic Club

El presidente del Athletic Club es sin duda un hombre exitoso en lo económico como lo demuestra el hecho de que con una edad de alrededor de 40 años tenía un bagaje académico importante. Había trabajado en dos entidades financieras de EEUU de primera línea como analista y había –en combinación con otro socio– montado una empresa que llegó a tener una plantilla de 500 trabajadores, con una facturación de 85 millones de euros anuales y estar presente en 14 países, que se dice pronto.

Así pues, carrera profesional hasta ese momento en línea con el más puro estilo norteamericano y tan es así que esa trayectoria empresarial les permitió a él y a su socio vender la empresa a una multinacional por 157 millones de euros. Hombre inquieto por lo que se ve, se embarcó en la aventura de crear un empresa cuya finalidad es la de financiar proyectos emprendedores ademaś de presentarse a las elecciones presidenciales de nuestro equipo, del Athletic Club, puesto que consiguió en las elecciones de junio del pasado año.

Si su carrera como empresario fue fulgurante no lo está siendo tanto al año escaso que lleva como presidente ya que en mi opinión –seguro que habrá otras radicalmente opuestas– ha cometido numerosos fallos de bulto, sin duda porque dentro de su formación académica no existió ninguna asignatura de ingeniería civil en la que habría aprendido algo tan elemental como que “la dificultad que encierra la construcción de chimeneas no es tanto hacerlas sino ponerlas en pie”. Y es eso lo que está pasando a Jon, que a la hora de poner el proyecto, su proyecto, en pie, la chimenea no se tiene vertical.

Veamos. Primero de todo, su escandaloso mutismo acerca de las importantes novedades que sacuden al Club, lo que hace pensar que tiene una idea patrimonialista del mismo y a estos efectos hay que recordarle que ese patrimonio no es suyo, sino que es de los 43.425 socios del Club. Se ha fichado a un director deportivo, a un entrenador de Bilbao Athletic, a un jugador que está ya de vuelta de todo, a un delantero centro incapaz de meter gol en una portería del tamaño de nuestro Puente Colgante, ha prorrogado el contrato de un entrenador que tenía a gala fichar siempre por una sola temporada, ha prorrogado el de Sancet durante ¡9 años!, y todo ello bajo la promesa (hay que añadir electoral, para fijar ideas) de que “hay cambiar de filosofía en el sentido de lograr que se cobre en función de la consecución de objetivos “.

¿Y qué objetivos han conseguido 1) El entrenador con el que se juramentó, junto al capitán del equipo para estar la temporada próxima presente en las competiciones europeas.  2) El Director deportivo. 3) El entrenador del equipo filial que ha logrado descender por primera vez a las cavernas del fútbol español. 4) Los jugadores mejor pagados de la plantilla. 5) Ese jugador, ya de retorno, que no habiendo hecho nada, pero nada, durante su primera temporada le amplía el contrato a una segunda?

Si esa praxis se hubiera puesto en marcha, todos ellos estarían ahora en el paro, pero volvemos a lo de las chimeneas, una cosa es decir–lo fácil– y otra es hacer –lo difícil–. Todas esas pésimas noticias no han llevado al presidente a efectuar el más mínimo comentario con espíritu crítico sobre esos temas, lo cual me lleva a pensar que a lo mejor es algo fisiológico y a tal fin le recomiendo que acuda –si es su voluntad la de curarse– a un templo que está en Deusto al final de la Avenida de Madariaga y que se llama San Felicísimo, al que se atribuyen milagros para la recuperación del habla, y que se postre humildemente a sus pies. También le puede prometer que hará una generosa ofrenda, eso sí, en función de los objetivos que logre en su curación.

En resumen, y para no alargar este comentario, permítanme que le aplique a nuestro presidente una expresión canaria que pienso que hace una perfecta definición de su gestión al frente del Club. Jon Uriarte, “mucho lirili y poco lerele”.

Rafael Hidalgo