Enfrentarse a las horas

Comentan algunos titulares
recientes de la prensa que
???pudieron ser un minuto o dos
terribles, horrorosos con la nave
cayendo en llamas hasta
estrellarse contra el suelo???. Se
refieren indudablemente a los
pasajeros del avión de Malaysia
Airlines que fue objeto de un
atentado y en el que, entre otras
muchas personas, viajaban unos
científicos expertos en la
enfermedad del SIDA.

Sin duda una pérdida irreparable
de vidas humanas en un suspiro,
tantas como en una semana han
muerto en el campo de
concentración de Gaza, con dos
millones de prisioneros palestinos
que son bombardeados
indiscriminadamente por los cazas
israelíes.

Frente a
aquel minuto de pánico y a esos
momentos angustiosos de civiles
en trance de desaparecer,
convendría pararnos a pensar la
manera en que tendrán que
enfrentarse a las horas, los días,
los meses, quienes padecen estos
males desde las últimas
generaciones.

Enfermos de SIDA que muy
posiblemente vean retrasada su
esperanza de salvación al haber
desaparecido un buen número de
especialistas que tenían entre
manos una importante misión.

Lo mismo sucederá con
los supervivientes del exterminio
sionista cuyos hijos probablemente
nazcan con síndromes de ansiedad
y miedo, heredados de sus
progenitores, quienes se enfrentan
a las horas en un estado anímico
de perenne desazón.

Y
más cerca, en nuestro propio
entorno resulta fastidioso
enfrentarnos a las horas. Todos lo
hacemos aunque las más de las
veces no seamos conscientes de
ello.

Situarnos frente al
tiempo en que tendremos que
superar alguna prueba sea de vida
o de muerte y darle un significado
a ese saber encararlo. Llegar al
momento en el que pensemos que
la existencia no tenga ningún
sentido para nosotros y sin
embargo convencernos de que tal
vez nosotros sí tengamos un
sentido para ella. El tiempo y la
vida pasan por nosotros, por
delante, y es inevitable que
tengamos que impedir que se nos
escape del todo.

Aquellos que nos quedamos
cuidando el pueblo durante el mes
de agosto nos enfrentamos a las
horas con una cierta incomodidad,
al no existir la actividad normal del
resto de año. Confiamos en que
esto acabe pronto y todo regrese a
la normalidad en breve, para poder
volver a comprarle las manzanas al
tendero de siempre. También los
niños, poco medidores del tiempo,
ansiosos por acabar el curso,
comienzan a enfrentarse a las
horas que les quedan para el inicio
del nuevo curso y el encuentro con
los viejos compañeros de clase.

Enfrentarse a las horas en
las que tengamos que decidir si
queremos continuar aquí o
marcharnos antes de que la
muerte nos salga al encuentro.

De momento y por mi
parte, procuro conseguir todos los
días un periódico con el horóscopo
y en lugar de identificar mi
situación o mi circunstancia
emocional, convierto su predicción
en mi objetivo cotidiano,
desechando lo negativo,
lógicamente. En todo, menos en lo
que a dinero se refiere, claro,
porque esto último nunca lo logro.

Felices vacaciones,
queridos lectores.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.