El ser humano es mucho más que una etiqueta

Las personas tenemos la costumbre de etiquetar. Lo hacemos para identificar las cosas, catalogarlas  y colocarlas en su lugar. Esto nos proporciona sensación de control. Y es que pocas vicisitudes nos inquietan más que movernos en el vacío, en la nada, en el ???no saber???. El catalogar, por tanto, tiene una importante utilidad: nos ayuda a situarnos rápidamente en el tiempo y el espacio frente a todo lo demás. Es una operación que realizamos, la mayor parte de las veces, inconscientemente. La mente no descansa ni de día, ni de noche.

Pero como donde hay una ventaja, casi siempre encontramos un inconveniente, con el avance de las neurociencias, esa disciplina que estudia la complejidad del funcionamiento cerebral y su relación con el aprendizaje y la conducta, hoy sabemos que no debemos reducir a un ser humano a un ???postit???.  Una persona no es nada de lo que podamos pensar o decir sobre ella. Es mucho más y, si tenemos en cuenta lo que puede llegar a ser, las posibilidades se centuplican. De modo que identificar una conducta con lo que alguien es supone limitar, condenar, estigmatizar a ese individuo.

Por eso, no es lícito llamar ???delincuente??? o ???incívico??? a un ser humano. Mucho menos, ???basura??? o ???escoria???. Podremos decir que ha cometido un delito (o varios) y un acto incívico (o más). Y es que colgar a alguien cualquiera de estos sambenitos es el primer paso para estigmatizarlo y someterlo a un juicio sumarísimo, especialmente peligroso cuando nos estamos refiriendo a miembros de razas o grupos desfavorecidos en una sociedad.

Actuando así, además, se les priva de la facultad de redimirse. Y conocemos casos de personas que habían hecho del delinquir una forma de existencia y que optaron por una vida pacífica y ordenada en cuanto tuvieron la oportunidad. Me viene a la mente el caso paradigmático de ???el Lute??? y, sin embargo, no consigo recordar a ninguno de traje y corbata.

Por la misma razón, tampoco se puede llamar ???racista??? a una persona que haya despotricado contra las personas inmigrantes alguna vez o que las haya discriminado de algún modo. Estará cometiendo actos de racismo y discriminación, pero debe brindársele la oportunidad de entrar en razón y rectificar.

Termino con estas palabras de José Saramago: “Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan, eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace”.

Las palabras??? ¡Ay si supiéramos medir y administrar bien nuestras palabras!

Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus