El pudor

No han tenido tiempo ni para colocar la foto de su pareja en su mesa de despacho, ni el paquete de clínex en el cajón, ni de poner en su recipiente un par de rotuladores. Sin embargo a la fulminante decisión de la nueva Alcaldesa de incrementarse el salario un 34% respecto al que tenía como Presidenta de la Mancomunidad del Duranguesado, la también nombrada primer Teniente Alcalde, aprovechando el rebufo dejado por su jefa se ha venido arriba y a la voz de ¡pelillos a la mar ! se ha puesto un sueldo que con respecto al que tenía de concejala en la anterior legislatura, ha supuesto un incremento del 68,50%.

No sé si habrán reparado ambas señoras en que esos incrementos autoconcedidos en un nanosegundo los ha conseguido la clase trabajadora –que es en definitiva la que hace país, dejémonos de historias– en los últimos 40 años o si me apuran desde los tiempos de la llamada Transición.

Pues bien, una vez expuestos los hechos vayamos a las ideas. Una de las acepciones de la palabra pudor es honestidad, modestia y recato. Y en verdad es que en las dos calcadas acciones de ambas mandatarias no se atisban ni la mas ligera muestra de las tres virtudes citadas, lo cual por otra parte no debe llamar excesivamente la atención porque ese pudor que engrasa las relaciones entre personas haciendo la vida más amable, ha ido desapareciendo tanto en la sociedad como –en mayor grado– en la llamada clase política, donde la degradación en formas y contenidos ha sido mucho más virulenta ya que el sálvese el que pueda, el que la política es una carrera de la que se puede vivir con holgura a condición de tener padrinos y unas tragaderas descomunales, privan sobremanera de aquello que suena ya a naftalina como es el “al servicio del pueblo y para el pueblo”.

Si ambas hubieran sido listas, podrían haber adornado esas decisiones con un argumento populista del tipo “ha sido tal el desmadre organizativo con el que nos hemos encontrado al tomar el poder que harán falta tales dosis de trabajo para desfacer el entuerto que hasta tendremos que frenar el ímpetu de nuestras parejas para guardar energía ante la ciclópea tarea que nos espera y es por ello que como lenitivo nos hemos autoasignado esos salarios pero que en valor absoluto no lo son tanto dado lo que valemos y lo que nos espera”.

O algo así, cualquier cosa que sonara a algo digerible.

Rafael Hidalgo