El otro día soñé Durango

El otro día soñé, y el
sueño me despertó intranquila.
Soñé con calles vacías,
calles sin bares, sin tiendas, calles a oscuras. En
ausencia de personas transitando por las calles,
las ratas paseaban de una lonja en ruinas a
otra. Estaba en un pueblo sin vida.

Al despertar, miré por la ventana y
vi las calles de mi pueblo, Durango.
Respiré, como cada día sus
calles rebosaban vida, tenían
alegría. Las personas paseaban por
ellas, unos entraban en sus bares, otros
miraban escaparates, otros salían felices
de las tiendas con sus compras…

La vida alegre de los pueblos y ciudades las
mantienen, en parte, el pequeño comercio
y la hostelería. Pero, como en mi
sueño, esa alegría se puede
volver tristeza, cuando los negocios han de
cerrar, los locales quedan abandonados y
entonces las personas dejamos de pasar por
esa calle, porque ya no hay nada que nos lleve
a ella.

Pero esa circunstancia no sucede porque
sí. Hay detonantes y hay responsables.
Las políticas que apuestan por las
grandes superficies, las grandes transnacionales
y las grandes cadenas de producción.

Estamos a puertas de un periodo especial
en el año, las calles se llenan de luz, los
escaparates de adornos y las calles, a pesar del
invierno, se llenan de vida, encuentros con
amigos, gentes paseando y nos animamos a
salir a comprar regalos para nuestros seres
queridos, caprichos, comidas especiales… Es
hermoso ver las calles del pueblo rebosantes de
vida y alegría.

Nuestros comercios y negocios locales
forman parte de esa vida, sin ellos las calles
estarían vacías, tristes, sin luz.

El apoyo a nuestros pequeños
comerciantes, a nuestro bar, a nuestra tienda se
hace de muchas maneras. Donde elegimos
hacer nuestras compras diarias y especiales es
una de ellas otra, las políticas que los y
las representantes elegidos en las urnas
deciden.

Podemos decidir ir al pequeño cine de
nuestro pueblo a ver la misma película
que darán en el gran centro comercial,
podemos comprar al pequeño
comerciante de nuestro barrio los productos
frescos, los regalos, podemos ir al bar y al
restaurante de ???la vuelta de la
esquina??? a celebrar con los amigos y
amigas y compañeros y
compañeras. A esos lugares que con gran
ilusión levantan cada día la
persiana, que preparan el pan a nuestro gusto
cada día, que felizmente nos sirven y
atienden cada día, cuidando los detalles,
cuidándonos a nosotros, sus clientes.

Podemos apoyarles también de otra
manera, dando la espalda a los y las que con
sus decisiones políticas dan,
precisamente, la espalda a ese y esa
comerciante que con su buen hacer y esfuerzo
ayuda a que nuestro pueblo siga vivo, alegre y
lleno de luz. Dejando a un lado aquellos que
trabajan para que las grandes multinacionales y
transnacionales se enriquezcan, a costa no
sólo del pequeño comercio sino
también de los derechos de los
ciudadanos y ciudadanas.

Seamos conscientes de nuestros actos, y
seamos responsables de los mismos. Porque
cada acto: desde donde compramos el pan, a la
papeleta que introducimos en la urna conlleva
una serie de consecuencias que, de una manera
u otra nos afectarán, a nosotros, a
nosotras, a nuestros hijos e hijas, a todos, a
todas.

Hagamos que el dinero llegue a personas
comunes y no a multinacionales. El
pequeño comercio es vida

Concejala de Herriaren Eskubidea