Corruptos

Los 86 de Caja Madrid y Bankia con sus tarjetas opacas han copado todos los primeros planos y todos los focos de la actualidad durante mucho tiempo, sobre un fondo de carteles callejeros con letreros “Preferentes” y “Desahucios” por delante de caras desencajadas, cabreadas y bocas vociferantes: “¡Sinvergüenzas, ladrones, caraduras!” y otros cumplidos por el estilo.

Pero días después, como una bola de nieve que engorda montaña abajo, ha estallado el otro escándalo que llaman Púnico o Púnica, con los Granados, alcaldes y el presidente de la Diputación de León, y con el encuentro solemne y nada cómodo entre el rey Felipe y la alcaldesa imputada de Alicante Sonia Castedo. Y las cárceles rebosan de imputados, y las previsiones de voto vuelan de los partidos que algunos llaman “de la casta” a los recién llegados a la política bajo el apelativo de “Podemos”, que estrenan cabecera en todas las encuestas.

Fiel al supremo principio del más escrupuloso respeto a la legalidad vigente, el Gobierno del Estado se ha conjurado a proceder con toda transparencia en el tema que tenemos entre manos. Por su parte, mientras algunos responsables han expulsado de sus filas a los “presuntos” corruptos, mientras los “presuntos” corruptos han jurado y perjurado que no sabían nada, que creían actuar dentro de la más escrupulosa legalidad, los jueces se ajustan los machos y miden cada paso, y los “presuntos” corruptos siguen en la calle, aunque ya decimos que no todos….

Y mientras tanto, al parecer dentro de la más rigurosa legalidad, los pobres en España cada vez son más pobres y en mayor número, y los ricos por el contrario cada vez son más ricos, más multimillonarios, y nuestro país reúne en sus límites los más terribles y superpoblados infiernos y los más excelsos y bienaventurados cielos con yates superlujosos, joyerías supercaras, restaurantes superexquisitos… para lo más selecto de la más alta jet-set.

La cosa viene de muy atrás, y cuenta con todas las bendiciones y sellos y principios constitucionales. Cualquier peón de cualquier andamio o de cualquier almacén o de cualquier latifundio sabe que desde muy antiguo las subidas de los salarios en enero se han venido haciendo en porcentajes, no lineales. Así, el que ganaba 1.000, con una subida de un 10%, ganará 1.100 al año entrante, y el que ganaba 100 tendrá una exigua subida hasta 110. Y así, año tras año, la distancia entre el salario del peón y el del alto funcionario será cada vez más grande.

Y a eso lo llaman democracia. Y el gobierno de ese país democrático en el que imperan las subidas porcentuales tendrá que defender los altos salarios y emolumentos de los altos funcionarios, y frenar las abusivas aspiraciones de los peones y mantenerlos a latigazo limpio en el límite de sus salarios raquíticos, y hasta de su situación de desempleo, hambre y negra miseria de por vida.

Y al final, termina la supuesta democracia en el imperio de “la ley del embudo”, o sea para ti lo estrecho y para mí lo ancho. Y de la manera más normal, el que está arriba se salta la ley más elemental y se aplica subidas de sueldos y otros emolumentos a capricho, se salta le ley, se olvida de pagar impuestos, etc. etc. Y jueces y gobernantes y mandamases se lo piensan a la hora de frenar los abusos de los de arriba…

Quizá los “presuntos” 82 corruptos de Caja Madrid y Bankia son en verdad corruptos. Pero eso no es lo más grave, con ser muy grave. Lo grave es que tenemos una democracia gobernada por la “ley del embudo”.

Honorio Cadarso es periodista