Ciclismo y genética

No es el ciclismo una condición genética en los habitantes noreuropeos y sin embargo ahí los tenemos. Unos los observamos con cierta sana envidia mientras que la mayoría ni se ha parado en considerar su modus vivendi.

Ves a la gente de cualquier edad circular a cualquier hora del día con cualquier clima en invierno o en verano, por cualquier lugar de la ciudad o de los pueblos, respetando, respetados.

También llegas a descubrir que en la mayoría de esos lugares, quienes optan por competir, lo hacen en cualquier época del año. Nunca escuchas a ningún ciclista comentar “si no me seleccionan para el mundial, dejo de correr en agosto”. Impensable. Participar en carreras no es una opción, es una actitud.

Es lo que nos diferencia, el factor que determina constatar la proporción de ciclistas existentes entre Bélgica, Holanda e incluso Francia y nuestro país.

Otra de las frases que escuchamos a menudo en nuestro entorno es “también quiero tener tiempo para salir con los amigos”. Creo que por allá los amigos nacen también en bicicleta y si no, se hacen en bicicleta y son sus tiempos libres los que se comparten.  Son compañeros de clase o de trabajo únicamente lo que hay.

“¿Qué vida más aburrida, no?”. Escuchar esta frase es comprobar que tú no llevas la bici en los genes, o que a pesar de haberla tenido a mano desde muy joven es algo que no forma parte de tu vida, que te puede gustar la bici pero sólo hasta cierto punto. Aburrido es levantarte todas las mañanas para acudir al trabajo a las ocho, ponerte delante de un ordenador y salir a las cinco de la tarde, un día tras otro. Pero si realmente te gusta lo que haces, en ninguno de los dos casos resulta cansino porque estás haciendo lo que te gusta.

De todas formas, cuando termines cualquiera de las tareas que hayas escogido para desarrollar tu vida profesional, cuando termine tu horario laboral coge tu bici para volver a casa o, en caso contrario, procura usar el transporte público.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.