Adonis negro

La primera gran obra de la literatura clásica, ‘La Iliada’ de Homero, cuenta del troyano Paris que conquistó a la griega Elena, y este amor dio lugar a la guerra y la destrucción de Troya. La primera gran obra de la literatura latina, ‘La Eneida’ de Virgilio, cuenta los trágicos amores del  troyano Eneas, que enamoró en Cartago a la reina Dido y luego la abandonó, y ella, del disgusto, se sucidó lanzándose a la hoguera.O sea, la literatura universal empieza por amores entre emigrantes y nativos: un troyano y una griega, un troyano y una norteafricana.

Y todavía estamos en ello. La invasión de los bárbaros fundió en una nueva raza europea, o un nuevo “puzzle” de razas europeas, a toda la población del viejo continente; a su vez, la conquista de América, dio lugar al cruce de los nativos del nuevo continente con los invasores o descubridores-conquistadores, y surgieron los mestizos, los mulatos, los criollos.

El mismo fenómeno se ha producido en Africa, aunque quizá en menor proporción. Aún así, es curioso que en opinión de los africanos, el summum de la belleza femenina son las mujeres nacidas de un cruce entre un europeo y una africana, o viceversa…

Y seguimos. Con la divulgación de los anticonceptivos, que ha abierto la puerta al disfrute de la sexualidad sin riesgo de embarazos no deseados, nacen menos mestizos, y los encuentros eróticos entre nativos/as y turistas están a la orden del día.

Cualquier marinero que pesca atunes en los mares de Somalia podría contarnos que, cuando desembarcan en Nairobi, para venir de vacaciones a su casa, se encuentran por las salas de fiesta de la capital de Kenia a miles de europeas que hacen turismo sexual a la búsqueda de Adonis negros… Y lo mismo pasa en Cuba y en el Caribe. Ya pueden tronar los curas, los obispos y el Papa contra los excesos sexuales, Eros anda suelto y desbocado por el mundo entero…

Y ahora le toca a la emigración. El trasiego de población de América del Sur a Europa, de Africa a Europa, obedece, es verdad, a razones económicas. La prensa está llena de historias de pateras y naufragios, de inmigrantes que lo llenan todo, de enfrentamientos de signo racista entre nativos y emigrantes… Pero parece que nadie quiere hablar de ese otro fenómeno que supone el intercambio sexual y el cruce de sangre amerindia o africana con sangre europea, nadie dice nada de tórridos amores entre nativos europeos y emigrantes, sobre todo africanos cuyas dotes amorosas son muy valoradas por estos lares.

El tsunami erótico ha alcanzado nuestras costas. Las noches de Bilbao se llenan los fines de semana de encuentros de nativas y adonis negros, y como las noches, los días. Y no es nada raro encontrarse en las paradas del autobús a adolescentes nativas “tonteando” con adolescentes magrebíes o subsaharianos acogidos en albergues de aquí o de allá.

Y como quien no quiere la cosa, la emigración se está convirtiendo en una enorme fundición, en un encuentro amoroso de razas, colores, culturas y pueblos. El amor hace trizas todas las fronteras, pasa por encima de las diferencias culturales, habla un “esperanto” universal en el que las palabras son sustituidas por acoplamientos locos de los cuerpos y las almas.

También en Bilbao, también entre nosotros.

No abundan entre los que estudian la sociología de la emigración las referencias y las investigaciones sobre el impacto que Adonis, Eros, Venus, están produciendo en nuestra manera de ser y de vivir. A lo mejor es el pudor, a lo mejor es un acuerdo tácito de no tocar temas escabrosos…Pero uno cree que valdría la pena estudiar a fondo los cambios que Adonis, Eros, Venus, están produciendo en nuestra forma de vivir y de ser. Para bien, para mal, para no sabemos exactamente qué…

Pero la verdad, la cruda realidad, se imponen.

Así que, amigos, !bienvenidos al planeta de la globalización del sexo! Ocupen cada uno/a su lugar en este universo sexualmente globalizado, hagan acopio cada uno/a de sus principios morales y religiosos, ajústense a sus límites y a sus principios sagrados…Cada uno en su casa, y Dios en la de todos.

Honorio Cadarso es periodista