¿Culpa? ¡De qué!

El ex tesorero del PP Luis Bárcenas acaba de ingresar en prisión, no sabemos hasta cuándo, sin haber exhibido el menor atisbo de culpabilidad o arrepentimiento ni en lo que se conoce de su declaración ante el juez, ni a través de su abogado.

En el extremo opuesto, hemos asistido también a la atípica rueda de prensa que entre lágrimas ofrecía la atleta Virginia Berasategi confesando, tras haber sido pillada ???in fraganti???, que era cierto que había trampeado a base de sustancias prohibidas para ganar su último triatlón y pidiendo perdón por lo ocurrido.

Días después, el siete veces vencedor en el ???Tour??? de Francia y otras tantas destronado, Lance Armstrong, encendía la polémica al declarar a ???Le Monde??? que ???no se puede??? ganar esta exigente prueba sin doparse y se consideraba un víctima del sistema. ¿Culpa? Ni asomo de ella.

Como sólo las propias personas interesadas conocen si en el fondo sienten culpa y arrepentimiento o no, tomo estos casos sólo como muestra de hasta qué punto hemos perdido el sentido de lo que es lícito. Y también el de la responsabilidad sobre nuestros actos.

He conocido a personas atormentadas por hechos mínimos de los que no se les podía considerar culpables porque carecían del juicio suficiente para medir las consecuencias de sus acciones. Hablo de sucesos acaecidos en la niñez o la adolescencia.

Y luego acaso no sentimos el menor empacho en incumplir acuerdos contractuales o cívicos a los que estamos obligados. Pongo por caso, dejar de pagar nuestras deudas legítimas, escatimar horas o diligencia en el trabajo o maltratar a quienes tenemos más cerca. Siempre con buenas excusas a mano para justificar lo injustificable. Y sin que, curiosamente, seamos gente exenta de grandes ideales.

En cuestión de unas décadas hemos pasado de un contexto en que todo era pecado a otro en el que el mal, la culpa y el arrepentimiento parece que han dejado de existir y, como expresa el refrán, ???La conciencia era verde y se la comió el burro???.

Así andamos, cargando con culpas inexistentes e intentado convencernos de que el daño que hacemos es consecuencia del ambiente físico, emocional y moral en que vivimos (y esto tiene algo de cierto, todo se contagia), mientras expresiones como ???Perdón???, ???Disculpa??? o ???Me he equivocado???, parecen una debilidad incluso ridícula y corren el riesgo de desaparecer de nuestro repertorio léxico.

Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus