Las teclas adecuadas

En esa extraña relación amor-
odio que mantengo con el mes de diciembre en
el que melancolía y renovación
se enredan en mi cabeza generando la
consabida sensación agri-dulce,
consciente o inconscientemente la publicidad me
absorbe.

Nina y Olatz van a ser felices en La Sirenita
ONG, mientras que Mujica reclama desde
Uruguay que los bombardeos sobre Syria deben
ser únicamente de leche en polvo y
galletas.

Sin embargo, a unas ocho horas de vuelo
de Damasco aunque procedentes de otros
lugares del planeta, aterrizan en la
península aviones de transporte
cargados de productos cuya oferta traspasa mis
sentidos.

La más curiosa, que ha retenido mi
atención, es una que invita a pulsar la
tecla adecuada para ser feliz ya que cuesta muy
poco, diríase que unos 399 euros.

Pero como uno es muy exigente, va
más lejos y se pregunta cómo es
y cuánto dura la felicidad anunciada:
media mar quisiera, yo no soy tonto. Mejor
medio océano, puestos a pulsar.

Si tiene algo que ver con la ilusión,
debo reconocer que hoy en día es corta.
Veremos el juguete abandonado en un
rincón a los pocos días de haber
estrenado la felicidad.

???Es que, no sé qué
regalo hacerle??? es una frase muy
recurrida en el primer mundo, mientras que en
el Medio Oriente, los Reyes Magos
tendrían una lista tan interminable, que
habrían de escribirla en ese rollo de
papel higiénico que nunca se acaba. Y
quizás hoy más que nunca
necesiten por aquella zona a alguien capaz de
multiplicar panes y peces.

Para mucha gente que me supera en edad y
para mí mismo, ser feliz es despertarte
un día más por la mañana
con ganas de hacer cosas, dar guerra y bajarte
del autobús cruzando a menudo tu
mirada con la mujer de los rizos que ya se ha
dado cuenta de tu existencia. Pura reciprocidad
no más o espíritu de aguacate.

Luego, a media mañana alguien te
llama por teléfono y te cuenta una
historia inverosímil para confirmarte que
hay una tarifa por mover las alas si quieres
llegar más arriba, porque el
pájaro está exhausto y no es
capaz de soportar tu peso por liviano que sea.

Aunque me cueste creerlo, me voy a ver
obligado a reconocer que debo encontrar la
tecla adecuada que pulsar, porque yo para ser
feliz quiero un avión y no hay nada
como lograr aquello que otros están
pensando y diciendo que no lograríamos.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.