La Sirenita ONG

De la rutina diaria en coger el
periódico volvía, cuando el
viento sur reinante desgreñaba a una
mujer de mediana edad, que se dirigía
hacia el depósito azul con un buen
puñado de papeles y folletos de
propaganda diversa. En el preciso instante en
que alzaba su brazo derecho para lanzarlos al
interior del contenedor, hubo uno rebelde que
se negó y escapó volando,
manifestando así su disconformidad
con el destino que le tenían preparado.

“Poca cosa soy, ligero como una
pluma pero es mi deseo llegar al mayor
número de personas posible sin
terminar transformado en un desecho
reciclado. Quiero ser heraldo de la protesta sin
que me consideren un panfleto. Necesito
sentirme con personalidad propia, vivo y
útil”.

Instantes después me crucé
con Nina acompañada de su madre
hacia la escuela y corriendo tras el folio de
tono ocre, lo atrapó con la agilidad
característica de su edad.

Se lo fue leyendo en voz alta a su madre
y yo que caminaba detrás no pude
evitar oír la conversación:

-Amatxo, ¿qué es una
ONG?

-Pues un grupo de personas mayores que
se dedican a ayudar a la gente.

-Ah, bueno. Pues aquí pone que la
ONG “La Patera de la Esperanza”
todos los días tienen que recoger
mucha gente pobre que se ahoga en el mar
escapando de la guerra y que es una tarea
muy dura. No sé, luego le pregunto a
la maestra si eso es más difícil
que los deberes que me manda para hacer en
casa.

-No digas tonterías, hija. La
muerte es algo muy complicado para quien
vive cerca de ella.

-Ama, pero aquí pone-
“…sin embargo lo más penoso
de todo es cuando no se puede coger a toda la
gente que todavía está viva,
teniendo que decidir a quiénes salvar y
a quiénes tenemos que dejar que se
ahoguen y se mueran”.

-Así es, Nina. Somos afortunados
por haber nacido aquí.

-Pues, como me gusta mucho ir a la
piscina y la entrenadora me dice que nado
muy bien, quisiera ser sirena para poder
ayudarles a esos que recogen a la gente. Le
voy a entregar esta hoja a mi amiga Olatz y
nos apuntamos las dos en la Escuela de
Sirenas para aprender como Ona Carbonell, y
cuando seamos más mayores iremos a
la ONG ésa.

Una causa justa en la que se llega a mirar
cara a cara a otros seres humanos, sabiendo
que, como un enfermo terminal de
cáncer, la situación es
irreversible ante el desenlace fatal.

Por otro lado, me pregunto si en ese lugar
de agua dulce y sin olas, el educador
enseñará a nuestras futuras
heroínas cómo deben actuar
ante la tesitura de recoger a un traficante lleno
de billetes y joyas de sus espaldas mojadas, o
elegir salvar a un pobre perro que viajaba
también con ellos.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.