Gotham City y el regidor

Ocupaba el administrador un magnífico ático con vistas a la isla y a la desembocadura del Hudson. El hecho de vivir arriba hacía que olvidase frecuentemente que abajo tenía vecinos, salvo que se estropeara el ascensor.

Se pasaba la vida quejándose de los demás, juzgando y dando consejos. Posiblemente estaba en su derecho aquél honorable patricio.

En una de las lonjas de su edificio, un grupo de jóvenes realizaba un proyecto comunitario. Don Lope torcía el morro cada vez que salía de su portal y se encontraba con aquella expresión de la cultura popular. A él le iban más los museos de lujo con obras de renombre.

-¡Qué fastidio tener que aguantar a esta plebe en pleno centro de la gran manzana! Tengo que ingeniármelas como sea para desbaratar sus planes- pensaba.

Las reuniones sociales de café le habían permitido conocer a influyentes personas de su entorno.

Así pues, comenzó a conspirar. Hasta que un otoño logró deshacerse de aquellas criaturas que estaban carcomiendo los cimientos de la más noble tradición urbanita.

Unos meses después recibió una importante notificación en la que se le anunciaba que un buen número de forasteros tenía predilección por conocer la zona en la que él habitaba. Sin embargo la inmensa mayoría de vecinos se ausentó por vacaciones para las fechas en las que se produjo la visita.

-¡Menuda birria de villanos tengo!- ¿Cómo vamos a ser así  el top model de la metrópoli!

Repartió culpas a diestro y siniestro, cuestionando los verdaderos intereses de sus conciudadanos.  No llamó a ninguna puerta ni preguntó los motivos de tan escasa disposición hacia los foráneos, que presumiblemente venían a utilizar su tarjeta oro de plástico.

Muy creyente, el regidor tuvo que ser amistosamente reprendido por la portera, quien le recordó: -¡Pero qué dice usted, hombre de Dios! ¿No ve que han sido ???fiestas de guardar???? ¿Cómo vamos a trabajar y abrir las tiendas? Sería un pecado mortal.

La mecedora crujió y Don Lope despertó de su siesta. Creía haber tenido un mal sueño.

-¿Me habré tragado realmente el chiste que circula por ahí sobre mi ciudad?  Se despabiló y salió a dar su paseo vespertino.

Doña Inés abrillantaba el pasamano de la escalera en la planta baja y como de costumbre, saludó educadamente al elegante caballero, mientras se apresuraba a abrirle la puerta:

-¡Ay Inesita, qué disgustado me tienen! Ya no me hacen caso.

-¡Que pase una buena tarde señor De Carlos! Y no cometa ninguna imprudencia, que ya no estamos en edades para muchos trotes: esto no es Gotham City y usted no es Batman.

 (Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia).

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.