Exitcoop en Gipuzkoa

Como dicen que dijo Julio Cesar, “alea jacta est”. Pues eso, ya está. Las asambleas de las 9 cooperativas que están bajo el paraguas de ULMA y la de ORONA, han decidido lo que sus dirigentes deseaban, que no era otra cosa que campar por sus respetos sin “someterse al yugo” de la Corporación Mondragón, toda vez que ellos habían demostrado con creces que sus trayectorias empresariales avalaban de sobra su decisión de abandonar la Corporación para emprender un camino diferente.

Este camino consiste en hacerlo con una filosofía distinta como lo es sin duda lo de constituirse en un especie de “holding” cooperativo en el caso de ULMA y por motivos menos claros en el caso de ORONA, máxime cuando resulta que esa cooperativa está hoy viva gracias a la aplicación de la ayuda solidaria prestada por una organización, la Corporación Mondragón, que hoy repudia.

El crecimiento de estas dos cooperativas ha sido espectacular aunque hayan utilizado distintos modelos para hacerlo ya que en tanto ULMA “ha acogido en su seno” a 8 cooperativas, que con ella han formado el Grupo de 9, ORONA ha ido comprando competidores del sector, de modo que de su plantilla total, 5.500 personas solo son socios 1.750. No sé qué tal patrones serán los cooperativistas pero lo que sí es claro que, habitual, lo que se dice habitual no es, por lo menos en nuestro ámbito.

El caso es que los socios de ambas cooperativas han votado la salida de la Corporación, que es lo que querían los dirigentes de las mismas. Insisto y quiero suponer que no han existido otras razones para hacerlo que las derivadas de su espectacular desarrollo que les ha hecho pensar que disponen de capacidades suficientes para andar solas por el mundo sin necesidad de “directrices ni ataduras”.

Esta manera de entender las sociedades cooperativas puede abrir camino a otras experiencias similares, dibujando un panorama distinto al actual lo que vendría a confirmar, una vez más, que nada es imperecedero y que cada tiempo tiene su afán. Veremos que nos depara el futuro, que dijo el ciego.

Rafael Hidalgo