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“Tengo miedo de hacer mi labor de fotoperiodista pero no voy a parar”

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Cristina Chiquín, agachada, posa con un grupo de mujeres indígenas a las que ha fotografiado.

Practicar el periodismo es prácticamente una ocupación burguesa en nuestro entorno. Escribir o fotografiar es algo cómodo que se hace casa o en las cercanías, a no ser que las condiciones laborales sean demasiado precarias, lo que, por otra parte, caracteriza cada vez más a la profesión. Sin embargo, en otras partes del mundo, documentar hechos constituye una opción arriesgada que puede incluso costar la vida.

Muestra de ello es la fotoperiodista guatemalteca Cristina Chiquín, de 37 años, cuyo trabajo se expone hasta el día 31 de este mes en el centro Zelaieta de Amorebieta. Se trata de una actividad organizada en torno al 8 de Marzo desde el área municipal de Igualdad y la asociación Lagun Artean.

Las mujeres, al frente de las luchas

La muestra, según su autora, refleja las luchas cotidianas de las mujeres en distintos momentos y abarcan la diversidad sexual, el derecho a decidir sobre y la batalla contra la violencia. “Las mujeres están al frente de muchas luchas por los derechos humanos y los derechos de las mujeres en distintos movimientos sociales”, explica Chiquín por videoconferencia desde Ciudad de Guatemala, donde reside y de donde es originaria.

La fotoperiodista ha volcado todos sus esfuerzos de los últimos años en documentar las violaciones de derechos humanos en la guerra y el genocidio de su país, que duró 36 años, así como las luchas de las mujeres por la justicia. “Después de firmar la paz en 1996, vinieron años de juicios y la única población que pudo documentar legalmente el genocidio y obtener sentencia fue la Ixil; otras están en proceso de llevar su caso a la justicia para obtener reparación y para que se conozca la verdad”.

“A veces el relato del asesinato de mujeres se queda en el hecho y se nos olvida la vida que les arrebataron”

En Guatemala coexisten 27 identidades indígenas y todas ellas, sobre todo la Ixil, fueron masacradas durante la dictadura de Ríos Montt. La política de castigo fue muy dura contra las mujeres, que sufrieron una violencia sexual sistemática.

La tarea de Chiquín es importante porque, con 45.000 desaparecidos y 300.000 víctimas de la guerra del Estado contra las comunidades, se impuso una “cultura del silencio” que ella quiere rasgar con su labor periodística.

-¿En qué consiste tu trabajo con las víctimas de la guerra?

-Actualmente documento la violencia hacia las mujeres, tratando de retratar y humanizar su vida. En Guatemala hay desaparecidas y asesinadas todos los días y llega un momento en que las víctimas se reducen a cifras o nombres sin que parezca que hay una vida detrás.

 -¿Qué muestran específicamente las fotografías?

-Documento su vida, me acerco a sus familias para saber quiénes eran, aparte de hablar de cómo fueron asesinadas. Se las reivindica como humanas, con sus sueños. Algunas eran maestras, otras niñas de 3 años amadas y deseadas, otras jóvenes madres y profesionales. A veces, el relato se queda en el hecho y se nos olvida la vida que les arrebataron.

“Tengo miedo por lo que hago. Son temas delicados. Pero también tengo miedo por ser mujer, más vulnerable en una sociedad violenta”

La violencia es un gran reto

-Como feminista y miembra de la colectiva de Mujeres Ixchel, ¿cuáles crees que son los desafíos de los movimientos sociales y de mujeres en Guatemala?

-La violencia es el gran reto. En enero hubo 69 asesinatos. Tenemos que seguir luchando en un país donde la violencia y la guerra continúan de modo permanente de forma solapada. Las mujeres y los pueblos indígenas siguen luchando por los territorios y la vida constantemente, pidiendo que se respete la vida y el derecho a decidir sobre sus territorios y sus cuerpos. Los retos son muchos, diversos y grandes. Hay mucha pobreza y mucha violencia que no se sabe de dónde viene. Con la guerra sabías que las desapariciones forzadas eran ordenadas por el Estado, pero ahora desconocemos si la causa es la violencia machista, el crimen organizado y la trata o las pandillas. Vivimos un cultura de violencia que viene de la guerra y de una historia de despojo hacia la población.

-Has expresado tu voluntad de seguir con el trabajo de denuncia. ¿Tienes miedo?

-Sí. Todas las mujeres lo tenemos. Ahora hay una campaña en la que expresamos que tenemos miedo pero que eso no nos va a paralizar. Tengo miedo por lo que hago. Son temas delicados. Pero también tengo miedo por ser mujer, más vulnerable en una sociedad violenta. No he recibido amenazas directas, pero sí problemas en coberturas y la cotidianidad violenta del acoso, del machismo laboral y también la invisibilización de mi trabajo por ser mujer. Tengo miedo a moverme sola para cubrir acontecimientos. Las mujeres tenemos miedo a movernos en Guatemala pero el miedo no nos va a parar.

Texto original en andra.eus.

 

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