Vientres de alquiler

Ellas también han estado presentes en la manifestación y huelga que ha tenido lugar en Euskadi el 30 de enero.

Ellas, entre otras muchas mujeres españolas, son cientos de miles de mujeres del Tercer Mundo, sea de Sudamérica y Centroamérica, o de África, o sean mujeres filipinas trabajando en Arabia Saudí y en Japón y en Hong Kong y en USA, que entre otros servicios ayudan al Primer Mundo a contrarrestar la escasísima natalidad y generar el relevo necesario a la mano de obra que empieza a faltar.

Ellas han dejado solos a sus hijos pequeños y a sus maridos, y atienden a jubilados y jubilados durante las jornadas laborales, en muchos casos desprovistas de permiso de trabajo, de permisos de residencia, y de todos los derechos que conllevaría una situación legalizada correctamente.

Ellas han  andado desiertos, han traspasado frentes de combate, se han jugado la vida para atravesar clandestinamente fronteras y navegar en barcos de plástico sobre el Mediterráneo…

Ante el Estado, ante la Ley, no existen, solo se les consiente un espacio para trabajar a bajo precio, para cuidar a ancianos, para disponer de un dinero para enviar a su familia que las echa de menos a miles de kilómetros de distancia y con la barrera de océanos de por medio.

A pesar de todo, quienes se benefician de su trabajo y los estados que se justifican  que ellas están manteniendo un nivel de natalidad mínimamente necesario para subsistir como sociedad, están encantados y consideran que les están haciendo a todas esas mujeres un favor, y si son creyentes añaden que lo hacen por caridad cristiana…

O a lo mejor se lamentan, como algún partido político muy de derechas, de que esas personas desarraigadas y sus niños, si han venido con ellas, están provocando un aumento de la delincuencia alarmante…

Es lo que hay…

Honorio Cadarso es periodista