Refundar el capitalismo

Ahí andan los gurús del dinero reunidos en Davos, un enclave paradisíaco del gran paraíso fiscal que es Suiza, en solemne Forum Mundial; todos con serios propósitos de corregir el alto nivel de desempleo y la creciente desigualdad económica entre pobres y ricos, de fomentar el empleo de los jóvenes desempleados, pero firmemente empeñados en mantener la globalización de la economía y en refundar el capitalismo.

Desde la península ibérica han acudido a la cita de las  gandes fortunas del planeta el ministro de Industria, la alcaldesa de Madrid, el de Barcelona, y los presidentes del BBVA, Telefónica, Iberdrola, Acciona, Prisa… y otros mendigos y desheredados de la fortuna de nuestro empobrecido país.

Ellos, los ricachones que han acudido a Davos, saben que el 50% de la riqueza mundial está en manos de 85 personas, y el otro 50% en manos de más de 3000 millones de pobres y muertos de hambre. Que hay 1.426 personas en el mundo que poseen fortunas de más de mil millones de dólares. Que los más ricos del mundo evaden impuestos escondiendo su dinero en recónditos paraísos fiscales, mientras todos los pobres del mundo son privados de una educación mínima, unos cuidados sanitarios imprescindibles, una vivienda digna, para pagar los impuestos que ellos, los ricos, no pagan.

Se reúnen todos los años en Davos para refundar y humanizar el capitalismo, pero el abismo que separa a ricos y pobres se hace cada vez más hondo, la democracia está maniatada y secuestrada bajo el mandato y la tiranía de su poder económico.

Las cosas vienen así desde que un buen día, con la Reforma protestante, un tal Calvino se empeñó en pontificar que tener éxito en los negocios y hacerse inmensamente rico es señal de predestinación y de que a uno le bendice Dios. Y bajo su bendición surgieron en Europa empresarios ambiciosos y audaces, impulsaron la revolución industrial y los progresos tecnológicos, y crearon una superclase de superhombres que se hicieron con la mayoría de las riquezas y con el fruto del trabajo de miles de hombres a los que pagaban y siguen pagando salarios de miseria.

No sabemos qué papel van a desempeñar en el Foro de Davos los representantes de la economía española, si como actores principales y árbitros de los debates, o como simple cla e hinchada que aplaudirá desde el gallinero las ocurrencias de los primeros “espadas” de las finanzas mundiales.

Pero podemos suponer, por lo que ha pasado en ediciones anteriores, que no van a mejorar las condiciones de vida de los miles de millones de pobres de la tierra, por aquello de que nadie tira piedras contra su propio tejado.

Honorio Cadarso es periodista