Por qué preocuparse tanto si todo es relativo

Me resulta curioso comprobar cómo a menudo la gente se deja la piel por defender una opinión, un juicio. Cómo se le amarga el día por una frase ajena sacada de contexto o una mirada equívoca.

Quiero precisar que yo también he pasado (y paso, aunque cada vez menos) por situaciones parecidas. Por eso la mayoría de las veces las puedo contemplar con curiosidad y sentido del humor. Lo hago imaginándome qué habría hecho yo en lugar de la persona en cuestión. O cuál habría sido mi propia reacción años atrás ante un hecho de estas características.

Observo estos episodios con la misma actitud divertida con que contemplo a los niños y niñas cuando los sorprendo en sus juegos o conversaciones.

Hablando de niñerías, cuando crecemos, vamos dejando a un lado la mayoría de nuestras actitudes infantiles, pero conservamos algunas. Y no suelen ser las mejores precisamente. Valgan como ejemplo las que he descrito al inicio de este texto. Las mantenemos, yo diría que por mimetismo.

Me explico: si bien resulta extemporáneo jugar con muñecas o coches en miniatura a partir de cierta edad porque nadie más lo hace, no nos parecen tan exóticos los enfados por motivos irracionales en la adultez, ya que se trata de comportamientos más o menos habituales a nuestro alrededor.

La vida es evolución. Desarrollo personal (físico, emocional y espiritual). En el curso de ese devenir la tarea de educarnos es infinita y no empieza ni termina en el sistema educativo. La vida se encarga de enseñarnos, sí, pero normalmente lo hace a base de golpes y lo bueno es que podemos anticiparnos para amortiguar su impacto. Podemos aprender y evitar muchos tropiezos.

Para ello precisamos un aprendizaje emocional que nos ayude a comprender que la realidad no es algo estático ni rígido, sino que varía al modificar la perspectiva con que la percibimos y ser conscientes de que podemos elegir nuestra perspectiva y hacerlo cada vez. A convencernos de que todo lo aparente es en buena parte producto de nuestra imaginación, ya que cambia según el significado que le otorguemos.  A adoptar una nueva mirada que facilite que veamos las cosas en su justa dimensión.

Ello no quita para que acumulemos nuestras certezas, tan necesarias. Pero es importante que éstas sean verdaderamente nuestras, genuinamente nuestras, y no prestadas por la tradición, el ambiente, la cultura o los medios de comunicación. Podemos y debemos tomar el control sobre nuestras vidas porque si lo perdemos, siempre nos sentiremos víctimas del azar y de los demás.

Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus