Menudencias

Esta vez, por aquello de la primavera y sus flores, miraremos a pequeños detalles…

Como aquel piso de aquella calle céntrica de un pueblo importante de la comarca, en el que los malos olores de los cuartos de baño, por una obra mal hecha, no salen al exterior por la vía correcta, y se quedan estancados en las viviendas, y las hacen insoportables e “invivibles”. Que uno se pregunta que para qué están los servicios públicos que deberían controlar la sanidad de las viviendas, sobre todo si son caras…

Como aquel barrio en las afueras del pueblo importante de la comarca que construyeron cuando Franco para los emigrantes que venían del sur con su miseria en su maleta de cartón, y todavía, a pesar de las subvenciones de la Unión Europea y varios intentos del Ayuntamiento siguen sin ascensores a pesar de sus cuatro alturas y de que los emigrantes aquellos que vinieron jóvenes peinan canas y llevan bastón. Que no se sabe exactamente qué ha pasado con las tales subvenciones de la UE ni en qué se han podido gastar…

Como aquella empresa ubicada en el mismísimo casco urbano de un importantísimo pueblo de la comarca, con sus ruidos, sus contaminaciones, sus turnos de noche, que no acaba de salir a algún polígono industrial como la gran mayoría de las demás empresas, y sigue trabajando a tope, inclusive en turnos de noche. Que uno no sabe si la tal empresa tiene bula papal.

Y puestos a celebrar detalles menudos, miremos a esa sala acristalada llena de cocinitas, juguetes, casitas, en la que se reúnen a las 5 de la tarde unos monitores y unas docenas de caritas sonrientes de todos los colores blancos o morenos de la raza humana y disfrutan de la vida, de la amistad entre ellos, y sueñan que hacen cosas, casas, comidas, de todo…

Como aquellos aitites y amamas que a cara de perro, alrededor de una mesa con un tapete, cada uno con su montoncito de monedas de un céntimo, se juegan las pestañas a las cartas, sonríen si ganan, se enrabietan si pierden, lo mismo lo mismo que en el Casino de Montecarlo o en el de Las Vegas, y se gastan así las horas entre las cinco y las nueve de la tarde, para volver a casa a la hora de la cena.

Es la vida que rueda como una peonza… A lo lejos se oyen broncas de políticos, procesos judiciales embarrancados en un barrizal de corrupción, votos de censura en proyecto, primarias para elegir líderes, presupuestos para apoyar a los capitalistas y endeudar más a los que siguen atascados en el umbral de la pobreza… Y huelgas de la enseñanza no universitaria, que de todo nos toca en este vagón de cola de Europa. Hasta pagar la autopista que ya no paga nadie en Bizkaia más que nosotros…

Honorio Cadarso es periodista