La oferta de ETA

Todo tiene su tiempo. Y ése en el que ETA marcaba nuestros ritmos vitales parece haber caducado. No hay más que ver el escaso entusiasmo con que se ha recibido su anunciado “cese en las acciones armadas ofensivas”. La tibieza de la reacción, sin embargo, no puede atribuirse a la sorpresa. La comparecencia del domingo se esperaba hace tiempo y su contenido ya se avanzaba en el comunicado que la organización emitió en enero tras hacer suyas las conclusiones del proceso de reflexión de la izquierda abertzale, que finalizó con la renuncia a la violencia como arma política. A su vez, la ausencia de atentados venía refrendando ese precario compromiso. Pero, como han puesto de manifiesto todas las fuerzas políticas y sociales, excepto las de su órbita ideológica, la última oferta de ETA ha decepcionado por ser confusa y raquítica.

Tan es así que, tras la emisión del vídeo por la BBC, el pasado domingo, hubo quien, de primeras, ni siquiera entendió el mensaje. Luego llegó el escepticismo. Nada que ver con aquel júbilo colectivo de la última tregua. Y ello por numerosas razones: intereses y cautela en la mayoría de los partidos políticos y hastío en buena parte de la sociedad. Pero, sobre todo, desconfianza generalizada acerca de cualquier buena intención por parte de la organización armada. A ello ha ayudado, además del ambiguo contenido de su declaración, el hecho de que ésta llegue a pocos meses de unas elecciones a las que quizá la izquierda abertzale no pueda presentarse. Por esta razón, el anuncio es también sospechoso de oportunismo. Suspicacia alimentada, a su vez, por las informaciones que se suceden en las últimas horas de que ETA sigue firme en su actividad extorsionadora.

Bienvenidas sean las declaraciones de paz y esperemos que se mantengan en el tiempo, a pesar de los previsibles obstáculos que irán surgiendo. Ojalá ayudemos también todos a facilitar la transición hacia un futuro donde todas las opciones democráticas tengan cabida. Pero si ETA desea la supervivencia política de la izquierda abertzale ilegalizada es muy probable que, a día de hoy, no le quede otro remedio que iniciar un proceso de desarme incondicional. Y a sus miembros, pocas salidas más allá de acogerse a las medidas de gracia que eventualmente se acuerden para pasar luego a integrarse en el movimiento político que surja de la inevitable catarsis.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia