Habemus Papam (Negro)

La elección en Cónclave, de Francisco, como Papa, fue una sorpresa, no en vano el perfil del Cardenal Bergoglio, a buen seguro, no se ajusta a lo que la Curia ha venido buscando en un ???papable??? durante las últimas décadas. 

Todo apunta a que, por vez primera, la Compañía de Jesús, ha sido capaz de vencer el pulso que tradicionalmente ha mantenido con la Congregación para la Doctrina de la Fe, y ve cómo un jesuita adquiere la condición de Obispo de Roma, de Papa, de verdad, y no de ???Papa Negro???, estatus que, desde hace siglos, se viene atribuyendo al General de la Compañía de Jesús, dada la incidencia que esta congregación ejerce sobre todo el Orbe, tanto entre los fieles católicos como entre quienes no lo son, a través, entre otras cosas, de su colosal compromiso en la educación y formación humanista de las personas, que desarrolla a través de miles de colegios y casi trescientas universidades repartidas por más de ciento veinte países del mundo.

Reconozco que me alegré, y mucho, cuando me enteré de la elección. Y no pude, en un primer momento sino recordar al malogrado y también jesuita Carlo María Martini, el sabio y venerable Arzobispo de Milán, siempre crítico con el pretérito continuismo ideológico de la Iglesia y la inflexibilidad en actuales postulados sociales que abrazaron Juan Pablo II y Benedicto XVI. Me lo imaginé sonriente y feliz, allí donde estuviera.

Y reconozco, también, que la primera aparición pública del Papa Francisco, no me decepcionó. Vestido de blanco inmaculado, sin lujos ni brocados de oro. Incluso la cruz colgante al cuello era sencilla y humilde, deliberadamente ajena a toda ostentación.

Como tampoco me decepcionó el nombre que ha decidido adoptar como pontífice. Francisco, a secas. Y me da igual si con él persigue rendir homenaje al incansable y tenaz San Francisco Javier, o a San Francisco de Asís, quien con su exacerbación de la humildad puso en jaque, durante el Medioevo, a media Europa, en la que prendía como la pólvora el mensaje de las nuevas órdenes mendicantes.

Pero incluso sus palabras, pronunciadas en un lugar en el que la pompa y el boato no pasan desapercibidos, resonaron serenas y sencillas. Parecían propias de que quien, como Bergoglio, se muestra cercano a los fieles, discreto y humilde. De quien viste de discreto negro, viaja en autobús y huye de los coches oficiales. En clave de jesuita.

De hecho, esta misma mañana, me ha alegrado, también, leer en algún medio que calificasen al nuevo Papa como ???una especie de ‘Antiratzinger’???, que podría poner fin al continuismo que lastra la jerarquía de la Iglesia Católica, apostólica y Romana, y de que lo considerasen ???un epígono de Juan XXIII en su carisma de “bueno”, en la sensibilidad con los pobres y en la visión progresista??? del mundo de la Fe.

¡Vaya! Por momentos pienso que me sorprendo a mí mismo pecando de bisoñez. Pero hoy me apetece creer que todo es posible. Hasta un mundo mejor. ¿Por qué no? ¿No ha roto ayer la Iglesia Católica con quinientos años de recalcitrante inmovilismo? Parecía imposible y ha sucedido.

Que sea para bien.