Europa contra Europa

Mosaico de todos los pueblos, razas, idiomas, culturas y sueños del ser humano, puerto de amarre de todos los piratas, bucaneros, galeotes y condenados a galeras del planeta, antaño bella semidiosa deseada y raptada por el dios supremo Júpiter tonante, Europa vuelve a ser una vez más, por obra de la crisis y la burbuja financiera, la Cenicienta menospreciada por el gigante chino, por el tío Sam, por todos los países emergentes, el hazmerreír de sus en otro tiempo países coloniales. Víctima en el fondo de sus propios errores, abusos y excesos.

Adenauer, Schumann, De Gasperi, Spaak la soñaron unida y sin fronteras al final de la segunda de las guerras mundiales de 1914 y la de 1940. Antes que ellos la soñó como un solo imperio Carlomagno, como un solo reino Alfonso X el Sabio, como una única república los sansculottes de la Revolución francesa. Pero todos los sueños terminaron en guerras fratricidas de 30 años, de 100 años, de religión contra religión, de potencias económicas contra potencias económicas.

Ha tenido momentos brillantes entre sus dos guerras del siglo XX. Ha dado vida a la primera ONU, la Sociedad de Naciones de Ginebra, que presidiera el vasco Salvador de Madariaga. Ha dado vida a una primavera con el Mayo del 68 de París, y el derribo del Muro de Berlín. Hoy, tras haber alcanzado en los mejores momentos de su última unión un alto nivel de bienestar y de justicia social, deseada como un paraíso por los pobres de Africa, Asia y América del Sur, sus banqueros y sus señores del mercado han decidido que hay que desmontar el estado de bienestar, recortar los salarios, achicar las pensiones a los jubilados, privatizar las empresas públicas más rentables, anular todas las leyes y acuerdos que definen los derechos del trabajador. Todo ello para engordar las cuentas de los señores del mercado, para llenar los sacos de monedas de los especuladores, que se habían mermado un poco con el hundimiento del imperio del ladrillo y con las burbujas inmobiliarias.

Han decidido que los poderosos de casi siempre -Alemania, Inglaterra,Francia…- tienen que seguir imponiendo sus dictados a los demás, que los PIGS, nombre de cerdo que ahora aplican a Portugal, Irlanda, Grecia y España, tienen que seguir siendo los mendigos, (todavía no nos han dicho qué papel reservan a los antiguos países del antiguo bloque socialista, eslavos, rumanos, polacos, magiares, gitanos y demás especies autóctonas de Europa oriental), que los banqueros seguirán llevando la batuta de los gobiernos en todos los territorios.

Inútil recurrir al poder político de ese mosaico de países que conforman este puzzle abigarrado y multicolor que llamamos Europa. Porque no parece que ninguno de esos gobiernos esté en condiciones de presentar batalla a los mercados, sean de derechas o llámense de izquierdas. Inútil recurrir a la autoridad competente de la Unión Europea, porque terminaríamos llamando a la puerta de una tal Fraulein Angela Merkel, fiel perro guardián de los dineros de la banca alemana.

Nos quedaba la esperanza de los sindicatos europeos, esa fuerza organizada que integran trabajadores de todo el continente, en algunos momentos podíamos contar quizá hasta con la rebeldía juvenil de los estudiantes. En vano, todos los intentos de crítica y protesta han quedado ahogados en el fracaso, por ahora. Era más o menos previsible, porque en cada país los sindicatos han hecho la guerra por su cuenta: saltó primero Grecia, tuvo su huelga general España, sus dos meses de manifestaciones los sindicatos franceses, sus protestas puntuales los ingleses… Pero siendo Europa un bloque único de banqueros unidos por los intereses económicos, los trabajadores parecen incapaces de presentar un frente único frente a la fuerza del dinero.

Y así, China registra un crecimiento que ronda el 10 por ciento anual, Brasil, India, y un buen número de países han cambiado ese calificativo un tanto despectivo y acomplejante de “países en desarrollo” por el más novedoso y provocativo de “países emergentes”, gracias a un crecimiento que sobrepasa el 5 y el 6 por ciento. Los productos de todos esos países resultan más baratos y más deseables en el mercado mundial que los de Europa, que siguen siendo caros, porque el Euro, la moneda europea, se mantiene tercamente en una cotización altísima.

O sea que, con unos precios más elevados que el resto, con una moneda más alta, es muy difícil vender nada en el mercado mundial, y al no tener compradores, tenemos que cerrar nuestras fábricas, mandar al paro a nuestros trabajadores, y nuestras economías se estancan. Bueno, no todas, porque la economía alemana sigue viento en popa, y las economías más fuertes de Europa también. Solo parece que nos va mal a los PIGS, los cerditos de Europa.

¿Qué estarán diciendo desde sus tumbas nuestros padres de Europa, Carlomagno, Alfonso X el Sabio, los sansculottes de la Revolución francesa, De Gasperi, Adenauer?

Honorio Cadarso es periodista