¿Guetos en la enseñanza vasca?

Según un estudio reciente del Eustat, del que se han hecho eco los medios informativos, los centros de enseñanza en que los alumnos extranjeros superen el 20% del alumnado corren el riesgo de degenerar en “guetos”. Hay doce centros en los que se ha superado ese porcentaje, en algunos se ha doblado hasta el 40%, en otros hasta el 60%.

Lo de “extranjeros” tiene algo de eufemismo, en realidad se trata de hijos de inmigrantes. Cabe suponer que los hijos de padres norteamericanos, alemanes o franceses que estudian en Euskadi son admitidos de muy buen grado en centros privados y concertados, o tienen ellos mismos sus colegios propios.

Los alumnos extranjeros que cursan estudios en centros vascos suponen el 7,3% del total, son 34.341 sobre un total de 415.500. De cada 10 alumnos extranjeros, 8 estudian en colegios públicos, y solo dos en centros concertados o privados.

La enseñanza privada y concertada en el País Vasco acoge a más de la mitad del alumnado, esto supone que la mitad de los alumnos conviven con un 20% de los alumnos extranjeros, y la otra mitad, los escolarizados en escuelas públicas, conviven con el 80% restante. La tendencia al gueto se confirma en este caso en términos generales.

Por otra parte, se reconoce que muy pocos alumnos extranjeros llegan a la universidad, la mayoría se quedan en cursos de formación profesional.

Estas frías estadísticas dibujan un panorama general de la enseñanza en Euskadi dominado por la marginación, tal vez hasta por el rechazo a los hijos de los emigrantes, a los que se impide el acceso a la enseñanza privada o concertada y se relega a la enseñanza pública. Este hecho afecta en buena medida a la calidad de la enseñanza pública, puesto que los profesores deben dedicar un esfuerzo superior suplementario a la integración de los alumnos extranjeros para que se pongan al nivel de los nativos, y ello reclamaría seguramente un mayor número de educadores, algo que con los nuevos enfoques que el gobierno de Madrid quiere dar a la enseñanza no va a ocurrir, sino más bien más recortes, menos personal, menos recursos, más horas de trabajo para cada profesor…

El caso es que, en su justa medida, la integración de alumnos de otras culturas y países en una comunidad de enseñanza resultaría muy beneficiosa para los alumnos nacidos y educados en Euskadi. Nuestros hijos, sin perder nada de su propia identidad, tendrían más facilidad para abrirse al contacto e intercambio con gentes de todo el mundo y de todos los países.

Pero parece ser que entre los padres y los educadores prevalecen las ideas de selección, de reforzar las barreras que separan a las clases sociales unas de otras, y a las nacionalidades unas de otras. 

Honorio Cadarso es periodista