Las Carmelitas Descalzas de Zaldibar celebran un siglo de vida contemplativa en la localidad

El monasterio de las Carmelitas Descalzas de Zaldibar acogió este pasado sábado una celebración eucarística en acción de gracias por los 100 años de presencia ininterrumpida de la comunidad carmelita en el municipio. La misa fue presidida por el Padre Provincial, Jon Korta, y concelebrada por el vicario territorial Álex Alonso, el delegado para la vida contemplativa Ernesto Bilbao y el párroco de la localidad, Agustín García.

En el acto participaron también 14 carmelitas y un numeroso grupo de religiosas procedentes de otros monasterios de la Provincia de Navarra, además de fieles locales y miembros laicos de la Familia Carmelitana, que se sumaron al homenaje a una comunidad que lleva un siglo ofreciendo vida contemplativa en el corazón de la comarca.

Durante la homilía, pronunciada en euskera y castellano, Korta puso el acento en la dimensión comunitaria de la vida monástica, que no busca “huir del mundo, sino testimoniar que es posible vivir la unidad en la diversidad”. Según explicó, el reto de la convivencia entre distintas edades y sensibilidades se convierte en una oportunidad de madurez humana y espiritual.

La homilía concluyó con un mensaje de aliento a las carmelitas para seguir viviendo su vocación con alegría y esperanza, animándolas a “encender con la luz de Jesús a este pueblo y al mundo” y a “ofrecer un abrazo de paz a todas las personas del entorno”.

Tras la misa, los asistentes compartieron un momento de fraternidad en los jardines del monasterio, celebrando el vínculo entre la comunidad carmelita y el pueblo de Zaldibar.

Cien años de historia

La fundación del monasterio fue impulsada por la madre Teresa del Niño Jesús Perdido, profesa del Carmelo de Oviedo, junto a su prima zaldibartarra Catalina Iraolagoitia. Esta vecina de la localidad ingresó en el colegio ovetense con el nombre de Hermana Margarita del Sagrado Corazón y destinó parte de su herencia para fundar el monasterio de Zaldibar.

Con el apoyo de sus familiares Pedro Iraolagoitia y Nieves Chopitea, se adquirió la antigua fonda de Olea, que fue transformada en convento. En su interior se erigió una capilla de estilo gótico dedicada a la Virgen del Carmen.

La Santa Sede autorizó oficialmente la fundación el 27 de mayo de 1924. Un año más tarde, el 12 de agosto de 1925, el obispo de Vitoria concedió la licencia para la formación de la comunidad religiosa, marcando así el inicio de una presencia centenaria que hoy sigue viva.