Talar tilos, tirar y rehacer monumentos

Es el árbol más amable de la flora de jardines y avenidas, junto con la mimosa. porque florece temprano, perfuma el ambiente, y produce sedantes y tranquilizantes. Pero no faltan municipios que se divierten cortándolos a matarrasa. Parece como una consigna que intenta sustituir árboles decorativos y flores por bellos monumentos sin escatimar millones.

O simplemente que se hacen aparcamientos subterráneos eliminando todo un bosque de tilos casi centenarios, algo que felizmente los vecinos impidieron logrando que al menos se conservase una parte del bosquete anterior. Que por cierto los aparcamientos subterráneos tampoco han tenido muy buena acogida entre los automovilistas.

Hay también municipios que destruyen un ambulatorio para construir de nueva planta en el mismo solar un hermoso conservatorio, o pretenden hacer un pequeño New York de rascacielos cerca de donde había una vieja estación de Eusko Trenbideak, mientras algunos vecinos dicen que es demasiado gasto y que la vieja estación podría haberse utilizarsedo con una reforma relativamente barata….

Y en el caso del conservatorio que va sustituir al viejo ambulatorio hay vecinos que dicen que habría estado mejor gastar el dinero en comprar instrumentos musicales y equipo didáctico y crear becas para los futuros alumnos, y simplemente reformar el viejo ambulatorio sin tirarlo todo abajo.

Y en esas estamos por estos pagos y mancomunidades. Manda el ladrillo, sobran árboles y verdores, el que quiera hacerse músico que se pague su saxofón o su violoncelo de su bolsillo…

Las políticas municipales se balancean entre suntuosas obras y arquitecturas con gastos millonarios o mejorar las condiciones de vida de los vecinos y enriquecer a las personas con mayores capacidades y más riqueza en cultura y creatividad.

Pasaron aquellos tiempos en que sobre miles de muertos se construía el Valle de los Caídos como panteón faraónico en honor del Jefe del Estado. Felizmente vivimos en un régimen democrático… O aquellos más lejanos en que sobre el hambre de los pobres vasallos reyes y nobles construían catedrales góticas o parroquias góticas al Dios único y verdadero, a coste del contribuyente.

Pero queda quizá esa manía de dejar a la posteridad un recuerdo, un monumento, mejor que una sociedad de bienestar que disfruten todos los ciudadanos.

Honorio Cadarso es periodista