La metáfora de las abejas

Las abejas están oficialmente
en peligro de extinción. Las alertas
ya vienen sonando hace tiempo y Greenpeace lanza una
campaña para protegerlas a
través de un periódico de
gran tirada. Sorprende que utilice este
soporte y el lugar, bien visible, donde el
???banner??? está
colocado. Sin duda, la noticia más
interesante de todas cuantas refleja la
portada. Es cierto que se trata de un
anuncio publicitario, pero es que los
titulares que lo enmarcan también lo
son en buena medida.

El intercambio de polen que las abejas
realizan en primavera, a cuyas puertas nos
encontramos, es imprescindible para la
reproducción de las plantas y la
alimentación de algunas especies
animales y, en última instancia,
para mantener los ecosistemas y posibilitar
la vida.

Las abejas son un ejemplo de vida
comunitaria. ¿Será su
situación una metáfora de lo
que el individualismo radical está
haciendo del ser humano? Si es verdad que
el universo es una unidad intercomunicada,
aunque las personas vivamos una
ilusión de separación,
aunque percibamos fronteras donde no las
hay, no es descabellado pensar que nuestro
destino va unido al de las abejas.

Tenemos ejemplos recientes de ello.
Pensemos en la estrategia del
sálvese quien pueda que
(aprovechando el apoyo de algunas pocas
personas insolidarias pero muy ruidosas)
insisten en practicar políticos
xenófobos, quienes con
tóxicas declaraciones está
propiciando la extinción, no ya de
simpáticos insectos, sino de seres
humanos (en Europa, tenemos cerca y
fresco todavía el nazismo).

O démonos cuenta de las
acciones destructivas de la naturaleza que
gobiernos de todo signo favorecen,
sometidos como están a los
intereses de los oligopolios que dominan el
planeta. El gris del cemento se impone al
verde y a los tonos pardos del otoño
y el invierno.

Afortunadamente, esto también
es sólo apariencia. En el pulso entre
el ser humano y la naturaleza, a la larga
ésta tiene siempre las de ganar. Por
mucho que nos empeñemos, es del
todo imposible robarle sus primaveras. Su
inteligencia colectiva es infinitamente
superior a la nuestra. Y es que somos
sólo una pequeña parte de su
inmensidad, aunque ilusamente nos
creamos sus propietarios.

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Mertxe Arratibel es periodista en andra.eus