Somos lo que somos

Las personas (dirigentes políticos incluidos), las familias, las instituciones, los países, dan la medida de sus posibilidades cuando son sometidas a situaciones de estrés, a situaciones límites como lo es sin duda la que estamos inmersos en estos momentos. Y eso es un principio general, universal, que ocurre hasta con las cosas, con lo material.

En el desarrollo de todo este proceso de la pandemia provocado por el coronavirus, se está poniendo ya de manera clara las distintas respuestas del conjunto de la sociedad y me estoy refiriendo a la que estamos, en la que vivimos.
Nos dan la opción de sacar a los niños tras un confinamiento de 42 días con los padres y no todos ellos están a la altura de las circunstancias hasta el punto de que algunas actitudes provocaban vergüenza ajena.

El Gobierno central realiza un plan de desescalada que si ha costado a los autores una buena dosis de inspiración, ni les cuento lo que habrá sido en materia de transpiración. ¿Reacción de pueblo soberano –de los que excluyo a los dirigentes políticos que merecen un comentario aparte– ante el plan citado? Pues si de los 47 millones de habitantes de España excluimos a los niños que son 8 millones, nos quedan 39 millones de adultos, que son mas o menos las opiniones contrarias al citado plan, porque es bien sabido que en cada español anida un señor con su castillo, por supuesto dueño de sus actos, actos de los que, claro está, a nadie tiene que dar cuenta.

Así, están indignados los que van a las peluquerías, los asiduos a los bares, las compañías aéreas, los dueños de bares y restaurantes, los hoteleros, los que tienen una segunda vivienda fuera de su provincia, los asiduos de las playas, los paseantes asiduos, los ciclistas, los futboleros, los que salen a correr…. y un largo etc. más. En fin, a lo dicho, estamos dando muestra de lo que en el fondo llevamos dentro.

Y qué decir de nuestra flamante clase política. Primero de todo, que el Estado de las Autonomías rechina ante la prueba y de qué manera. Cada dirigente económico intenta marcar su territorio ignorando de forma insultante que estamos en un país que es denominador común a todas ellas y que se llama España. Hasta el ejército de Pancho Villa al que consideramos el paradigma del desmadre hecho carne, resultaba algo bastante mas armónico que este puzzle autonómico que no funciona como debe por la cortedad de miras de sus dirigentes por no citar su incultura democrática y de la otra.

Y para cerrar este comentario he dejado para el final el lamentable espectáculo que están dando los dirigentes de los dos partidos llamados –tímidamente– de derechas, cuando hasta lo de ultras se les queda corto. La obscenidad de la que están haciendo gala en sus acciones para desprestigiar al ejecutivo, maniobras que no tienen otro objetivo que hacerse con el poder a cualquier precio y de cualquier forma, es realmente vomitiva.

Me están recordando de manera constante a aquellas personas que empiezan por extorsionar, prevaricar, robar y matar y en esa escalada acaban perdiendo los modales en la mesa. No podría faltar algún comentario acerca de las dos autonomías nacionalistas periféricas como son la catalana y la nuestra, la vasca, (la gallega no cuenta ya que tienen las elecciones a la puerta, manda en ella el PP  y ya se sabe…) que ante los sucesivos planes que van apareciendo sobre cómo atajar la pandemia, el factor común en ambas es el mismo.

Acusar que las acciones del Gobierno central atufan a “recentralización”. Pues más de lo mismo, somos especiales y no nos tienen en cuenta. Piensan, claro que somos diferentes y por supuesto mucho mejores y que con el resto del país, no nos identificamos en absoluto, obviando que mientras no consigan la independencia reconocida internacionalmente navegamos en el mismo barco, en ese país antes llamado España.

Rafael Hidalgo