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San Fausto canalla

Los durangueses no necesitamos procesiones ni oraciones para llamar a las nubes y hacer que llueva. Basta con que esperemos a mediados de octubre y comencemos a celebrar nuestras fiestas patronales. Es una apuesta segura: en ‘Sanfaustos’ baja la temperatura, se encapota el cielo y, sí o sí, llueve.

Paradojas de la vida. Hace cien años, las baserritarras de la zona esperarían como agua de octubre las primeras nubes de otoño, para que las huertas y los prados recuperaran su riqueza de primavera. San Fausto era una bendición. Actualmente, disfrutamos cuando San Fausto nos moja por dentro, con exceso de líquido alcoholizado; pero lo maldecimos cuando nos moja por fuera. Ya no nos preocupan tanto los prados y las huertas que tenemos alrededor.

Los durangueses estamos resignados a que llueva estos días. No nos queda otra opción. Mientras un tal Felix Baumbartner nos sorprende con su hazaña (se lanza al vacío desde 39.000 metros a 1.100 kilómetros por hora), nos damos cuenta de que en el siglo XXI no somos capaces de dominar la meteorología. Hemos llegado tan lejos, pero sigue habiendo cosas incontrolables para el ser humano: no podemos hacer que escampe cuando nosotros queremos.

Y, sinceramente, creo que eso es lo que nos salva a la humanidad. Imagínense, si también pudiéramos controlar y decidir los días de lluvia, días de sol, y días de nubes y claros. La clase política, en connivencia con la Iglesia Católica y los estamentos militares, decidirían cuándo debe llover. Y la comisión de fiestas de ‘Sanfaustos’ se pelearía con los sindicatos agrarios; los fabricantes de paraguas declararían la guerra a la industria farmacéutica, especialmente a los fabricantes de cremas protectoras para tomar el sol; los cines intentarían influir en las decisiones de la clase política, para que dos o tres fines de semana al mes lloviera a mares; los vendedores ambulantes de chubasqueros y paraguas tendrían su calendario laboral; Gore-tex presionaría por su parte; y este mundo sería un despiporre escandaloso porque, ya saben, nunca llueve a gusto de todos. Eso sí, como ahora, todo el mundo hablaría del tiempo.

La lluvia es impredecible, menos en ‘Sanfaustos’, que llueve seguro. San Fausto debió de ser algo canalla para habernos dejado este legado. Por lo demás, al margen de la lluvia, los protagonistas del primer fin de semana han sido una vaquilla al agua, una ambulancia pintada y la pelea barriobajera en las txoznas.

Julen Orbegozo kazetaria da

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