¡Reinventar, adaptarse e innovar!

Yo tenía hora para llevar el coche a revisión y pensaba dar una vuelta por las tiendas del pueblo para irme haciendo a la idea de las tendencias para la primavera. En el supermercado oí conversaciones sobre el próximo destino de las vacaciones y alguien en un parque se quejaba de que el trabajo no le dejaba tiempo para hacer los deberes con sus txikis; su amiga le decía que estaba harta de correr de un lado a otro para llegar a todo.

Y de repente, casi sin avisar, me encontré que estábamos en casa y sin poder salir. Primero fue la sorpresa y al principio parecía hasta divertido, como un campamento urbano en el que no había orden ni horarios. Pasado ese momento empecé a echar de menos el ritmo de la calle, las conversaciones al vuelo que oía en Ezkurdi o Goienkale. Nos empezamos a acostumbrar a hablar a distancia o con una pantalla de por medio. Y no sólo cambió eso. De repente, a nadie le importaban las vacaciones ni tenía tanta prisa. Todas las conversaciones se iniciaban preguntando por la salud de la otra persona y de su familia, y eran preguntas sinceras, no las que decimos a veces por cumplir. Dejó de importar lo que nos sobra y empezamos a mirar más de cerca lo que de verdad nos preocupa, como si tuviéramos la vista cansada.

Pero no, pensé que el defecto visual era el de antes, la que no nos dejaba mirar despacio lo cercano. Volaron de mi cabeza, y de la de muchos, lo que parecía urgente pero no era importante. Desde la ventana mirábamos con nostalgia recién llegada las calles que ahora se cerraban. En el móvil recuperamos gente para lo que no había tiempo y poder ver a la familia y a la gente querida empezó a ser un deseo real y no algo que siempre podía esperar. Y pareció que los preciosos montes que nos rodean nos echaban tanto de menos como nosotras a ellos.

Tiempos duros, desde luego, más para quienes tienen peores condiciones sociales y económicas. Estamos en el mismo mar aunque quizá en diferentes embarcaciones. Pero creo que ahora a todas las personas nos une el deseo de disfrutar sin prisa del tiempo, de los encuentros, de la salud, de la paz de poder salir a pasear y de saber que queda menos para abrazarnos.

Ojalá la vacuna que se lleve el virus coincida con alguna otra, inventada por cada una y cada uno, que nos prevenga de pensar que lo importante es llegar a todo, estar a la última, ajustar cuentas, tener más. Que lo nuevo no sea una normalidad que nos robe nuestra libertad, sino que seamos nosotras las nuevas personas que busquen ser mejores, estar cerca de la gente querida y, además mantengamos el deseo y la fuerza de aplaudir a quien trabaja por el bien común y de apoyar a quienes más lo necesitan.

Y nos habitamos a lo impensable, hablar por whatsapp, video-llamadas, quedadas en grupo por videoconferencia, trabajar en casa, hacer deporte delante del televisor… Tantas cosas, tantos momentos de reflexión con uno mismo, tanta confidencialidad con tus seres queridos más cercanos. Esto nos da una nueva visión de la vida, donde lo impensable se hace realidad. Es un aprendizaje que ya se queda con nosotros.

Y lo debemos utilizar y bien para mejorar nuestro pueblo, dejando de lado viajes innecesarios, y construyendo una nueva realidad donde estas nuevas tecnologías sean algo que la mejore.

Y esa distancia que tanto oímos, que no sea entre personas y que la pongamos con lo todo lo que nos impide sonreír.

EAJ-PNV Durango