Impacto

Hemos cumplido con la visita anual a la Durangoko Azoka y seguramente acudiremos también al concierto de Gun’s and Roses a finales de mayo en San Mamés Berria.

Resulta innegable el impacto que supone en varios sectores de la economía desde los productores de material bibliográfico y discográfico al sector hostelero, principalmente.

A pesar de las recomendaciones e indicaciones realizadas hay gente que no tiene reparos en entrar hasta la cocina y dejar su coche sobre las aceras o estacionados en plazas de minusválidos y tampoco se cortan a la hora de protestar cuando les cierran una calle porque se celebra un evento deportivo durante un par de horas. Creo que empiezo a captar que son los mismos o al menos, la misma clase de gente, es decir, gente sin clase.

Ane, Josep, Esther, Susana…sin duda habrán abandonado su lata de Coca-cola machacada en cualquier superficie plana de más de 3 metros cuadrados, aparte de los envoltorios de las pipas Facundo famosas en todo el mundo, los paquetes vacíos de las patatas fritas Cortijo del Olivar, o los folletos arrugados de turismo Euskadi-Basque Country.

Mi amiga Andrea quería una lata de esas con su nombre. Una pena, por mucho que he rebuscado entre los desperdicios estos días, el esfuerzo ha sido baldío. Otra pena es que quienes las han tirado no tengan la misma ilusión por coleccionarla o llevársela de recuerdo a su casa.

Se trata de una cuestión de educación, cierto, aunque por otro lado y para facilitar las cosas, os cuento un par de circunstancias que me afectan personalmente, con el deseo de que se conviertan en habituales.

Aprendimos en mi grupo de amigos que, cuando salíamos en bicicleta, los bolsillos de nuestros maillots iban llenos de barritas energéticas y otros alimentos pero no regresaban vacíos. Traíamos de vuelta los envoltorios y el papel de aluminio, que terminaban en el cubo de la basura.

En la misma línea, dentro de un club ciclista, como organizador de cierto número de actividades, al término de las marchas o pruebas, hemos instalado siempre grandes bolsas de basura o bidones para que la gente deposite allí sus desperdicios sin dejarlos esparcidos por el suelo.

Apelo pues a la buena costumbre de que cada cual sea ocupe de utilizar las papeleras y contenedores o se lleven sus porquerías a casa, y también que, en la medida de lo posible, los organizadores de actos, funciones o fiestas, habiliten recipientes para el depósito de desperdicios.

Que el día siguiente de un gran acontecimiento ningún extraterrestre conozca que por aquí pasaron Atila y sus huestes. Sería un impacto añadido.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.