El voto jubilado

Hace unos cuantos días, el partido
político equis envió a su
candidato a la alcaldía y su
séquito a un Hogar del Jubilado a
repartir sobres y propaganda de su
candidatura. Los jubilados tuvieron que
interrumpir sus partidas de mus o su tertulia o
su programa de tele para escuchar
amablemente a sus visitantes.

Según se comenta, el partido en
cuestión viene visitando en todas las
convocatorias electorales todos los centros
geriátricos y lugares de reunión
de jubilados a la pesca de sus votos. Los
demás partidos no parecen muy
interesados en visitar los lugares de relax de
los jubilados para pedirles el voto.

Por ahora, ningún partido se ha
atrevido a entrar en la misa mayor de la
iglesia a repartir papeletas de voto a los fieles.
La iglesia y la oración no parecen ni el
lugar ni el momento adecuado para hacer
propaganda electoral.

En principio, parece como más
discreto que la propaganda electoral circule a
través de los buzones de correos, los
altavoces rodantes de los coches que lo mismo
pregonan patatas y recogida de chatarras que
piden el voto, en reclamos pegados en las
carteleras colocadas a este fin por las calles o
bien por medio de mítines en las
plazas o en salones alquilados.

Pero al parecer, el descanso de los
jubilados y el retiro de los centros
geriátricos no se merecen el mismo
tratamiento que los templos. Aunque tal vez
los partidos políticos que se abstienen
de hacer propaganda electoral en los lugares
de recreo de los jubilados tienen un respeto
hacia nuestros aitites y amamas y sus horas
de asueto.

Dicen que el voto es libre, sagradamente
libre. Un exceso de presión
sicológica, un asedio constante al
votante, sobre todo si se trata de ciudadanos
cuya vitalidad y capacidad de reflexión
no ofrecen demasiada resistencia a la
presión y el agobio de la propaganda,
pues un tal exceso les priva de la libertad
legítima para ejercer sus derechos
ciudadanos.

Tanto más que, a su edad,
nuestros aitites y amamas andan sobrados de
sabiduría y de desengaños para
saber si deben votar, y a quién deben
votar.

Quizá deberíamos dejarlos
disfrutar del descanso merecido…

Honorio Cadarso es periodista