El planeta, la aldea global

Desde Euskadi, lugar de destino de cientos
de miles de emigrantes de toda la
península en otros tiempos y de todos
los continentes, en éstos, empieza a
vislumbrarse un fenómeno nuevo en el
que la inmigración hacia lugares
determinados se está transformando en
un trasiego constante de idas y venidas, desde
China a Europa, desde Europa a China, o a
cualquier lugar del planeta.

Una pequeña muestra: Mas, un
vasco-chino hijo de padre vasco que trabaja en
China y de madre china, a sus cinco
años, ostenta la nacionalidad china y
española, y habla inglés, chino y
castellano indistintamente. Es igualmente
adorado por sus abuelos de aquí y por
los de China, por supuesto.

Hace apenas tres meses, fruto de su
matrimonio con un palestino monitor de un
asilo de emigrantes árabes, Alba dio a
luz en Amorebieta-Etxano, Euskadi, a un
niño con nombre árabe que en
enero acudió a Palestina a conocer a
sus abuelos, y, ante una resistencia cerrada de
las autoridades israelíes a concederle la
nacionalidad palestina, gracias sobre todo a la
obstinación de su madre,
consiguió su doble nacionalidad.

Paloma, una asturiana que se fue de
enfermera a la India, ha vuelto a Euskadi con
la marca roja en la frente típica de las
mujeres indias, y muy simpatizante de Buda,
en unión con un vasco.

Angela estudió enfermera en
Pamplona, trabajó unos años en
Bolivia y ahora ejerce en Bilbao; su novio, un
brasileño, se ha venido a la Universidad
del País Vasco a estudiar
económicas.

El hermano de Angela, arquitecto en
Pamplona, nada más terminar la
carrera se fue a México, tiene novia
mexicana y es muy posible que termine
mexicano cien por cien y trabajando en Dios
sabe dónde…

A dónde irán todos estos
vascos, españoles, asiáticos o
americanos, a dónde darán con
sus profesiones?

Empresas de Amorebieta-Etxano han
inslado factorías nuevas en
México, Brasil, la India, en las que
trabajan juntos indios y zornotzarras; y lo
mismo podríamos decir de otros
muchos lugares de Euskadi y de España
entera.

La emigración adquiere así
el carácter de una población
trabajadora que busca sus oportunidades en no
importa qué lugar del mundo, en un
interminable flujo y reflujo de idas y venidas,
que no reconoce fronteras ni culturas
diferentes, que no tiene ningún
inconveniente en asumir esta o aquella
nacionalidad, esta o aquella cultura, este o
aquel idioma.

Es la aldea global utópica que
pintaban algunos, surgida del más
vulgar, arrastrado y miserable mercado del
trabajo. Son las mezquitas a punto de brotar
en cualquier rincón de Occidente, los
cristianos agnósticos a punto de llevar
su cristianismo en conserva y de recuperarlo al
contrastarlo con otras confesiones religiosas.
Es la mezquita de Córdoba que con un
poco de suerte podría convertirse en un
monumento homenaje a la convivencia
pacífica y fraternal entre el Islam y el
Cristianismo, de uso común de los unos
y los otros, o simplemente edificio de
interés turístico y
artístico patrimonio de la humanidad.

¿Acaso tendríamos que
lamentar este mercado global, esta aldea
global? ¿Acaso tendríamos que
bendecir su llegada que hace posible la
fraternidad entre todos los humanos, la
desaparición de todas ls fronteras, la
conquista de un idioma universal que nos
libere de una vez de la debacle de la Torre de
Babel y la consecuente confusión de
lenguas?

Honorio Cadarso es periodista