Cómo vivir con dignidad

Papá estado se preocupa mucho por nosotros, aunque presuma de neoliberal y huya, al menos teóricamente, del intervencionismo, como si del mismísimo Diablo se tratara.

Tanto, que el otro día, en medio de su habitual “parte”, (Telediario), brindó a su ciudadanía la información relativa a un taller organizado con la finalidad era enseñar a los padres de las jovencitas, cómo vestir con dignidad.

El término dignidad tiene, en castellano, varias acepciones diferentes, pero imagino que si la dignidad se predica en relación a la forma de vestir y, en particular, a la necesidad de no exponer demasiada piel ante los ojos de los hombres y de cubrirla de variopintos tejidos, el dichoso taller tendrá por objeto promover la “gravedad” y el “decoro” en las chicas a la hora de elegir sus atuendos veraniegos.

Reconozco que, en otras circunstancias, me hubiera tronchado de risa al ver y oír tamaño despropósito, porque las sobredosis de moralina es mejor tomárselas en broma que en serio, y ello por prescripción facultativa. Porque la vida es breve, muy breve y, el “carpe diem” sí que hay que considerarlo en serio, muy en serio.

Pero espetar esto ahora, en Mayo de 2013, cuando las estructuras sociales del estado de bienestar se tambalean y amenazan con resquebrajarse, y mientras cinco millones de personas y sus familias luchan por la vida en el sentido puramente barojiano, pasa de chiste de mal gusto a broma macabra.

No necesitamos lecciones de moda rancia y triste. Que las chicas vistan ¡faltaría más! como les dé la gana, como se sientan más cómodas, o más guapas, o a gusto consigo mismas, que seguro que así se sienten realmente dignas, entendiendo esa dignidad en su acepción más amable, aquella que la identifica con la excelencia y el realce de las personas.

Así que no, no son precisos los talleres que muestren cómo vestir con dignidad. Lo que es verdaderamente necesario es un decálogo, un manual de cómo vivir con dignidad, en el mejor de los casos, con un menguante salario, y, en el peor de ellos, con una mísera prestación o con un exiguo subsidio.

Y lo que el gobierno del estado debería hacer, en vez de publicitar la moralidad propia del pensamiento único, es inundar su territorio con otro tipo de talleres, orientados, preferentemente, a la formación y reinserción de los colectivos más sensibles ante el desempleo.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango