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Billete para el más allá

A la hora de despedir a un ser humano que se nos fue, solo debe haber lugar para el elogio, el sentimiento de dolor, el afecto y el respeto más sagrado. Pero a veces ocurre que todo eso que les debemos se nos sirve envuelto en unos ritos heredados de siglos y cargados de teatro, imposiciones sociales absurdas, y prescripciones seudoreligiosas y civiles.

Ya pasaron los tiempos aquellos en que las viudas vestían de riguroso negro varios años después de finado su esposo, q.e.p.d. Ya no existen en los templos reclinatorios donde se abonaban a la misa de diario durante el mismo espacio de tiempo. Ni misas gregorianas de un mes largo, ni octavarios, ni apenas misas de salida…

Se vela a los muertos fuera de casa, en tanatorios; la incineración sustituye al alquiler de nichos en los cementerios. La muerte se ha modernizado en sus pompas y celebraciones. Sigue siendo un hecho presente en nuestras vidas y nuestras familias. Pero ya ha quedado un tanto desligada de la religión y las misas de difuntos, de los cementerios, de los lutos que casi enterraban en vida a las mujeres (!que no a los hombres!, tomen nota del detalle).

Algunos hasta se atreven a despedir a sus difuntos sin pasar por la iglesia, sin oraciones, directo del tanatorio a la incineradora. Y otros que acuden al funeral, pero se quedan en la calle hasta que sacan el túmulo de la iglesia… Por lo que sea, quizá porque tienen alergia al incienso, quizá porque tienen recuerdos amargos de tiempos pasados y de alianzas del clero con los poderosos…

Pero quedan viejos resabios de aquella morbosa obsesión que se resistía a integrar a la siniestra dama de la guadaña en la existencia caduca y limitada de los mortales. Quedan  viudas temerosas del qué dirán, de que las tachen de viudas alegres, o sea demasiado alegres, que no se atreven a vivir de una manera normal, a disfrutar de la vida, a respirar a pleno pulmón como cualquier mortal, a salir, a tener sus tertulias…

Vivir la viudez de una manera normal, respetarse a sí misma con el mismo respeto con que se respeta al difunto, es una forma de afirmarse, de honrar a los que se fueron, de pasar por encima de la opinión pública que tantas veces se disfraza de maledicencia pública. Es una forma quizá más importante de lo que parecería a primera vista de proclamar los derechos de la mujer.

Y de combatir el negocio que hay montado alrededor de la muerte, el ruido de monedas que suena en el fondo de tantas pompas sin sentido.

Honorio Cadarso es periodista

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1 Comentario

  1. rickshaw

    “Quedan viudas temerosas del que diran”. Todavia, tristemente, hay mucha gente que vivimos preocupados del que diran. Y no me refiero a las viudas en este caso. Sino al vecino, al “amigo”, al familiar…. preocupados del que diran si no aparezco en el funeral. Ese funeral al que no le ven sentido porque no son creyentes. Pero ahi estan, en la entrada de la iglesia, esperando ser vistos. Y cuando empieza la misa se van al bar hasta que ven que sale gente de la iglesia y se acercan de nuevo para ser vistos otra vez. Eso si que es triste.

    En una cosa te doy la razon. Todo familiar o amigo del fallecido, deberiamos seguir viviendo nuestra vida con alegria, teniendo la plena certeza que ese ser querido, esta en el cielo esperandonos.

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