Aberri Eguna

Las redacciones de los medios de comunicación en Euskal Herria esperaban el pasado fin de semana el puntual comunicado que ETA publicaba cada año, en relación al Aberri Eguna. Algunos aguardaban esperanzados; y otros, ávidos de morbo, ansiaban la llegada de más madera, por la necesidad de seguir alimentando su locomotora de la negación. La negación de que el proceso de normalización política avanza. Fuera cual fuera el mensaje de ETA, fuera cual fuera el número de líneas, la tipografía utilizada y el tamaño de las letras, la interpretación de los intelectuales sobre la misiva iba a ser el mismo: “Nunca positiffo, siempre negatiffo”, que decía el entrenador Van-Gaal.

Y aunque los intelectuales expertos en la lucha antiterrorista estuvieron advertidos, preadvertidos y readvertidos; aunque tuvieran la pluma preparada y cargada para seguir repartiendo a diestro y siniestro; el comunicado no llegó. Y la crónica del Aberri Eguna en Donazaharre, en Iruñea, en Bilbao y en otros lugares de Euskal Herria, pensarán algunos que quedó trastabillada, porque los cuatro contenedores quemados algunos días antes no sirvieron para empañar un sentimiento mayoritariamente pacífico. Viviendo la ciudadanía vasca su Aberri Eguna, sin que ETA hiciera su análisis político anual y sin que la tinta de los plumillas, sus reflexiones de punta gorda, se descargaran sobre todo el espectro nacionalista. Puede que unos y otros se junten en las colas del paro.

Hasta Durango no llegaron los ecos de las celebraciones. La villa estaba en calma. Un puñado de ikurriñas recordaba la efeméride, aunque no fueron tan numerosas como las banderas rojiblancas que ya se han convertido en parte del decorado de muchos balcones. ¡Qué devoción! Pensé. Algo que fue puntual, sacar los trapos rojiblancos a ventanas y balcones a colación de la final de copa del 2009, se ha convertido en auténtico dogma de fe rojiblanco. Como si fuera el undécimo mandamiento. Uno: te aprenderás el himno del Athletic; dos: acudirás a San Mamés una vez cada año; tres: venerarás a Clemente… once: colgarás una bandera en el balcón y no la retirarás hasta que se desintegre o desaparezca naturalmente.

Lo de la devoción durante estos días me ha dado qué pensar, porque Durango es más devota de lo que yo pensaba. No hace falta ir a Andalucía o a Bilbao a ver procesiones. En Durango tenemos una (o varias, lo desconozco), y el viernes yo mismo fui testigo de cofradías, imágenes y vírgenes vivientes. Me llamó la atención un detalle: la mitad de todos los espectadores y quienes participaban en la procesión eran gente que ha venido de otros países a trabajar y vivir en Durango. Puede ser que ellos, sobre todo sudamericanos, sean quienes hereden nuestras costumbres religiosas.

Esa sea, quizás, una de las asignaturas pendientes del nacionalismo vasco o la identidad vasca. Sin menospreciar el camino recorrido hasta ahora, para avanzar más cómodos y respaldados hacia la soberanía de este pueblo, se debería seducir, convencer e involucrar a quienes llegan de fuera y respetan nuestras costumbres. Sin ellos, en el futuro, no somos nadie.

Julen Orbegozo kazetaria da