“La pintura, para mí, es un acto de valentía porque exige mucho rigor”

Karlos Martínez B. (Durango, 1982) se ha acostumbrado a vivir con la maleta hecha. Le gusta empaparse de otras culturas, de otras vivencias, de ahí que ahora esté enganchado a la posibilidad de poder trasladarse a México durante dos años para cursar un master. “El 8 de mayo sabré definitivamente algo, pero si no me escogen me va a dar el bajón”.

Artista interdisciplinar con estudios de Artes Gráficas, Diseño e Historia, no ha parado en los últimos años. De hecho, ha alternado residencias y becas en Austria, el Sáhara, Barcelona y Frankfurt. Quizá por ello le frustra un poco que pueda haber personas ajenas a la escena que no hayan tomado demasiado en serio su carrera hasta que ha sido uno de los seis artistas escogidos para exponer en el Museo Guggenheim. La oportunidad le ha llegado a través del proyecto ‘Eginberri’, enfocado en artistas vascos de menos de 35 años.

“Parece que empiezan a tenerte en cuenta cuando sales en los periódicos y ven que vas a estar en el Guggenheim”, se lamenta. En la muestra de la pinacoteca bilbaína, que puede visitarse hasta el 7 de mayo, el durangarra expone ‘La “supernova” que yo conocí’, un trabajo con el que invita a cuestionar las certezas sobre lo que somos y lo que proyectamos a partir de un artículo que leyó en una revista de los años 80.

“Utilizo planchas de cristal cortadas, baldas, tocadores, esmalte de uñas, productos de cosmética… Una forma de confrontar la belleza y de explorar en el olvido”, resume.

Museo Oteiza

Pero la carrera de Karlos Martínez B. no se detiene con la exposición del Guggenheim. Tiene ya en marcha un proyecto con el navarro Javier Arbizu que les llevará al Museo Oteiza, “algo que me hace especial ilusión porque Oteiza es un artista que me motiva bastante”. Y si no sale lo de México, quizá sea el momento de encerrase en el estudio para abordar esa asignatura que siempre le queda pendiente.

“No sé qué me pasa con la pintura. Me interesa muchísimo, pero por el camino me inclino hacia la escultura, la serigrafía o cualquier otra disciplina. Siempre pienso que va a ser el proyecto siguiente y alguna vez será, pero necesito tiempo para sumergirme en un proceso experimental de bastante tiempo. Pintar, para mí, es un acto de valentía porque conlleva mucho rigor”.

Echando la vista atrás y si tuviera que decantarse por uno de los logros más importantes de su carrera, Karlos tiene claro que se quedaría con el Premio Generaciones de 2015, de la Fundación Montemadrid, por el montante económico y por el prestigio que conlleva. Ya a nivel personal, y pese a reconocerse un perfeccionista impenitente, asegura que también se quedó “bastante satisfecho” con la colección ‘Les effets de la vie en groupe’ que expuso el año pasado en BilboArte, centro en el que también disfrutó de una residencia.

Realizada con materiales de desecho, se sumerge en sus recuerdos desde una perspectiva de duelo. “Es un tema bastante recurrente en mi trabajo. Abordo el duelo desde el punto de vista del enfrentamiento y también desde la pérdida de algo que ha cambiado y ya no va a volver a ser como antes. Es un proceso continuo de construcción y destrucción”.

Sobre sus procesos creativos, Martínez B. reconoce que puede estar horas y horas con una pieza hasta que suena en su cabeza el ‘click’ que hace que todo encaje. “Me quedo fascinado, pero la gente que me observa mientras tanto dice que es una gozada verme porque se aprecia que estoy disfrutando”.